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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Cuán importante es la unión en los partidos

Al menos una lección pueden extraer de las últimas elecciones alemanas los grupos políticos españoles, de modo especial la izquierda, y es la importancia que tiene la unidad interna de los partidos.

No hay en efecto nada que irrite y frustre más a los votantes que las diferencias por un “¡quítame allá esas pajas!” a que nos tienen algunos de ellos acostumbrados.

Así, los conservadores alemanes –la CDU y la CSU bávara–, otrora partidos de masas, sufrieron el pasado domingo, en parte por culpa de su división, un tremendo batacazo: nunca habían caído tanto en el favor del electorado.

Los adelantaron, aunque por poco, los socialdemócratas, que hace solo unos meses estaban hechos unos trapos, pero que habían mostrado últimamente una imagen de unidad bajo el liderazgo del veterano vicecanciller y ministro de Finanzas de la coalición saliente, Olaf Scholz.

Cristianodemócratas y cristianosociales bávaros habían seguido el camino inverso –el de las guerras internas–, y con un candidato a la cancillería como Armin Laschet, muy discutido incluso dentro del propio partido, tuvieron un resultado peor incluso que el que ellos mismos temían.

La CDU de Laschet pareció en efecto ofrecerles a los ciudadanos solo más de lo mismo en un momento en el que, si en algo parecen todos de acuerdo en este país, es en que las cosas no pueden seguir como hasta ahora.

Alemania tiene que modernizarse con urgencia y en todos los sentidos: desde el punto de vista de la digitalización está, por ejemplo, mucho más atrasada que España, y la burocracia es una de sus mayores rémoras.

Con su poderosa industria exportadora, la principal economía europea se enfrenta al mismo tiempo, como el resto de los países, al desafío del cambio climático, y necesita aplicar medidas urgentes si quiere acometerlo con éxito.

Las nuevas generaciones, menos conservadoras que las de sus mayores, son especialmente conscientes de tales carencias, lo cual explica que partidos más pequeños pero con nuevas ideas como los Verdes y los liberales hayan sido con mucho los preferidos de los votantes más jóvenes.

Se trata de partidos en principio muy distintos, casi antagónicos, al menos en lo social y lo económico, aunque presentan también coincidencias en otros asuntos como la política exterior o la defensa de los derechos humanos.

Es en cualquier caso bastante más lo que aproxima a los Verdes a los socialdemócratas de Scholz –salario mínimo, intervención del Estado en la modernización del país, mayor presión fiscal para los más ricos– que a los cristianodemócratas.

Por el contrario, con su rechazo de un mayor endeudamiento del Estado, su negativa a toda subida de impuestos, su defensa de la desgravación fiscal a las empresas y su oposición a los límites de velocidad en las autopistas alemanas, los liberales están más cerca de la CDU/CSU.

Una vez que Verdes y liberales hayan logrado un principio de acuerdo en unas negociaciones ya en curso, para lo cual tendrán ambos que apearse de sus posiciones maximalistas, tocará sondear a los grandes, hoy, sin embargo, empequeñecidos.

El tripartito más probable en cualquier caso es el de ecologistas y liberales con el SPD, no solo porque este fue el ganador de los comicios con un 1,7 por ciento por delante de la CDU/CSU, sino también porque se muestra actualmente mucho más unido que sus rivales.

El candidato cristianodemócrata a la cancillería federal ha visto incluso cómo el ambicioso líder del partido hermano, la CSU bávara, Markus Söder, ponía incluso en duda su pretensión de encabezar un futuro tripartito pese a haber quedado por detrás de los socialdemócratas.

Söder, que compitió en su día con Laschet aunque sin éxito por la candidatura a la cancillería federal, parece ahora dispuesto a vengarse de su correligionario hasta el punto de ofrecerse incluso a encabezar, en su lugar, un futuro tripartido en el caso de que los socialdemócratas no lleguen a un acuerdo con Verdes y liberales. ¡Cosas veredes!

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