Faro de Vigo

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Carmen Pérez Novo.

El fascinante otoño

El otoño de nuevo. Ha pasado un año. Y llegado, de nuevo, esta fascinante estación. Atrás ha quedado el verano con su intenso color. Sin embargo, ahora todo resulta mucho más suave: delicadas temperaturas, porque el sol calienta con pereza; además, cada día es menos madrugador y cada tarde menos trasnochadora, pero quizás lo más intenso en estos apasionantes meses son las inigualables puestas de sol. De hecho, cuando sus destellos inundan un pequeño espacio del horizonte, de una luz entre ambarina y dorada, si te dejas impregnar por esa belleza natural, puedes llegar a experimentar cómo su perspectiva y toda su energía disuelven ese montón de obstáculos y contratiempos que, en ocasiones, obstruyen tu mente y te invitan a la relajación y al descanso. Y ahí sientes que eres parte de esta maravilla, con inmenso poder. Es la belleza suprema de la Naturaleza.

No puedes dejar de deslumbrarte con tanta hermosura y poder, y llenarte de asombro ante esta magnífica realidad. Funciona así, con gran naturalidad, fácilmente, libre de esfuerzos y con despreocupación tranquila. Es su naturaleza intrínseca. La hierba no se esfuerza por crecer, las flores tampoco por abrirse, simplemente lo hacen; el sol brilla, las estrellas relucen, las nubes se forman, se reúnen, empiezan a descargar agua a la tierra, se convierten en ríos, llegan al mar, comienzan a evaporarse, se elevan otra vez con los rayos del sol, se convierten en nubes, vuelven a caer a la tierra… Son esos fenómenos observables que, por ser tan sutiles, no se pueden explicar. Pero sí, apreciar las manifestaciones de su belleza. Y cuando lo haces y observas y sientes esta maravilla, te encuentras bien. El relax, la tranquilidad, la serenidad y la paz te invaden. Es una sensación divina.

Por eso es una pena que vivamos estresados, tristes, agitados, descontrolados, gastando un montón de energía innecesaria, engañándonos unos a otros, cometiendo un sinfín de patrañas y fechorías que perjudican al otro, robando dinero de las arcas públicas, envenenando nuestros cuerpos con tabaco, alcohol, drogas y alimentos ricos en grasas y nutritivamente vacíos, y que permanezcamos pasivamente horas y horas ante el televisor, cuando esta maravilla, perfecta, hermosísima, armoniosa, que es de todos, que forma parte de cada uno de nosotros, o nosotros de ella, nos permite, gratuitamente, a través de estos meses con grandes encantos, darnos un verdadero atracón de sabores y sensaciones.

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