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Pedro de Silva

Un fantasma nunca se va del todo

Puigdemont se había quedado como muerto sin enterrar del ‘procés’ en la tierra de nadie de Waterloo y salía a pasear a veces para no ser olvidado por los deudos. A la vez fingía una estatura política y moral de la que carece (fantasma también en 5.ª acepción RAE, por tanto), tras su indigna huida para eludir las responsabilidades por sus actos. Pero esa ficción era jaleada por el independentismo, que quería ver en él como fuera el retorno del mito del ausente (Maciá en Bruselas, Tarradellas en Saint-Martin-Le-Beau), fuente inagotable de la que todos los días manan agravio y dignidad de la patria herida. A fin de cuenta muchos otros personajes mitificados por la historia universal carecen también de verdadera estatura, suplida por las circunstancias y la providencia. Ahora esta ha llegado en auxilio de Puigdemont en Cerdeña, y el fantasma regresa en pleno entierro del ‘procés’.

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