Es sabido que en “Proverbios y cantares” escribió Antonio Machado el conocido poema que dice: “Caminante son tus huellas el camino y nada más; Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, y añadía: “Al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Hasta no hace mucho creí que Antonio Machado tenía razón al decir que el pasado no se puede volver a pisar. Pero últimamente pienso que, al menos en política, no es cierto porque actualmente hay una clase política que ha cambiado el sentido de su caminar y, en lugar de progresar hacia el futuro, ha regresado también hacia el pasado, deshaciendo una parte de la senda ya recorrida.

En efecto, el 28 de diciembre 1978 se cerró un período histórico de extraordinaria significación política, pero de muy corta duración, el “período constituyente”, en el que se elaboró la vigente Constitución Española. Esta lejana etapa, que se inició tras la muerte Franco, abarcó el tiempo (algo más de tres años) del que dispusieron las fuerzas políticas de entonces para dotarse del marco jurídico que permitiera una verdadera convivencia democrática: la Constitución. Con ella, España inauguró un sistema político, del tipo de la democracia representativa, asentado en un Estado social y democrático de Derecho, con la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado, la Ley como expresión de la voluntad popular, la soberanía nacional depositada en el pueblo español en su conjunto, y como principios esenciales los de la indisoluble unidad de la Nación española y el reconocimiento del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.

"No formaba parte de la actividad política 'abrir' las suturas de la Guerra Civil que ya se habían cosido durante el período constituyente"

No creo faltar a la verdad si digo que en el sentir de la gran mayoría del pueblo español de aquellos tiempos éstas eran las huellas que formaban el camino que habíamos andado desde 1975 hasta aproximadamente el 2004. ¿Qué huellas hemos marcado desde esta fecha hasta la actualidad? ¿Hemos seguido avanzando hacia delante por la misma senda o, además, se está deshaciendo una parte del camino que ya habíamos hecho al andar?

Una atenta observación de la realidad permite afirmar que más o menos a partir del 2004 una parte de la clase política empezó a poner en tela de juicio los pacta sunt servanda que habían cristalizado en las normas constitucionales y, sobre todo, comenzó a ignorar el acervo de las costumbres parlamentarias que regían hasta entonces. Los políticos de los primeros años de la Constitución no solo no discutían los pilares fundamentales en los que se asentaba nuestra Carta Magna, sino que ejercitaban su actividad conforme a los mismos y a ciertos usos políticos que se venían observando desde el inicio de la actual democracia.

En efecto, había un absoluto respeto por el “pacto de la transición” y la lucha política se centraba entre la modernización social del país (directriz propugnada básicamente desde la izquierda moderada) y en la gestión eficiente de la economía (orientación predominante de la derecha). Pero –y esto es lo que se debe reseñar– no formaba parte de la actividad política “abrir” las suturas de la Guerra Civil que ya se habían cosido con acierto y generosidad durante el período constituyente. La política tenía como objetivo el futuro y no el pasado, era moderada, y el grado de crispación entre la ciudadanía poco intenso. Se podría decir, pues, en términos machadianos que hasta entonces las huellas eran las que figuraban en el camino andado y no se volvía la vista atrás porque, reabrir las heridas de la Guerra Civil, era una senda por la que no se quería volver a transitar.

En torno al primer lustro del año 2000 se abre paso en la izquierda una nueva generación que se hace con el poder y comienza a discutir ciertos principios constitucionales. Me refiero a los que ponen en duda la existencia, como única Nación, de “La Nación española”. Y, abierto este melón, las fuerzas separatistas vascas y catalanas ponen sobre la mesa la unidad de España y propugnan el reconocimiento de otras naciones y convertir la España de las Autonomías en una España Federal –eso sí– asimétrica.

"Las fuerzas separatistas vascas y catalanas propugnan convertir la España de las Autonomías en una España Federal –eso sí– asimétrica"

En esa misma época, comienzan los cambios de sentido en la marcha que nos llevaba hacia el futuro y una parte de la clase política empieza a transitar por la senda del pasado deshaciendo las huellas del camino andado. En efecto, el 26 de diciembre de 2007 se dicta la Ley de la Memoria Histórica en la que se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura. Otro paso hacia atrás de este mismo estilo tiene lugar con la exhumación, el traslado por vía aérea, y la posterior inhumación de los restos cadavéricos del General Franco, actos que tuvieron lugar el 24 de octubre de 2019. Finalmente, el pasado 20 de julio de este año el Gobierno aprobó el envío a las cortes del Proyecto de Ley de la Memoria Democrática que persigue, en sus propias palabras, que se condene y se repudie expresamente el golpe de estado y la dictadura posterior, que han supuesto “el periodo más negro de nuestra historia contemporánea”. Y se añade que las violaciones de derechos humanos que se produjeron en ese periodo se declaran injustas, se consideran ilegítimos los tribunales de excepción que dictaron sentencias, y éstas se declaran nulas.

Es posible que Antonio Machado al hablar de “senda que nunca se ha de volver a pisar” se refiriera más a una exhortación que a una severa recomendación para que no volviéramos a deshacer lo andado. Lo cierto es que hay políticos que con sus rencorosas pisadas están enlodando el camino que ya habíamos construido con materiales tan recomendables como la generosidad, la reconciliación y el perdón mutuos. ¿Será que les es más fácil ser forenses y enredarse con los cadáveres del pasado que actuar como médicos y afrontar los graves problemas vivos que tenemos por delante?