Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luis Carlos de la Peña

Yolanda o la coherencia

¿Quién recuerda ya a Carolina Bescansa, a la gaditana Teresa Rodríguez, la misma Irene Montero, Íñigo Errejón, Alberto Garzón o Monedero? Ocuparon durante un breve tiempo el firmamento como cometas refulgentes de la nueva política. Nada o casi nada, queda ya de ellas y ellos. Importa el casi: sobrevive por méritos propios Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, militante del Partido Comunista de España.

Como bien explicaba Daniel Domínguez en FARO DE VIGO, la forja política de Yolanda está en Galicia y, más en concreto, en Ferrolterra. Importa la precisión: el mundo industrial y proletario de Ferrol, Fene y Narón dibuja una impronta de monocultivo naval, reconversión industrial y resistencia obrera. Una cultura hecha de solidaridad de clase, luchas y negociaciones por la propia dignidad que habría de chocar, andando el tiempo, con los circunstanciales socios de Mareas en el eje de las identidades nacionalistas.

La antigua clase obrera se transforma y diversifica hoy con empleados de hostelería o el comercio y, ¡ojo!, los autónomos

decoration

La oportuna salida de Díaz del atolladero político en Galicia, coincide en el tiempo con toda una suerte de circunstancias cambiantes en la política nacional. Injertada en la fronda a la izquierda del PSOE y un paso por detrás de los jóvenes sobreexcitados de la primera fila de Unidas Podemos, Yolanda se convirtió en una imprescindible toma de tierra de Pablo Iglesias con la realidad. Ese anclaje fue el que la llevó al gobierno de Sánchez y en concreto al Ministerio de Trabajo. Cuando todas y cada una de las carteras ministeriales del grupo de Iglesias se desvanecían entre las ocurrencias y la nada, ahí estaba Yolanda Díaz acordando con sindicatos y empresarios el incremento del salario mínimo interprofesional o, una vez metidos en pandemia, el afortunado recurso a los ERTE.

La antigua clase obrera se transforma y diversifica hoy con empleados de hostelería o el comercio y, ¡ojo!, los autónomos. Díaz, sin necesidad de justificarse en el populismo de Laclau y Mouffe, advierte el calado del problema porque la sensibilidad social la trae de fábrica. Políticamente representa lo más coherente y práctico que la sociedad española puede contraponer al fiestón ultraliberal de Ayuso.

El abandono de Pablo Iglesias de la primera línea ha dejado a Yolanda Díaz ante un reto envenenado y mayúsculo: ¡ahí es nada estabilizar la nave de UP y enderezar su rumbo! Mientras medita el trágala, prologa una nueva edición de El manifiesto comunista donde recomienda abordar su lectura “no como un dogma estático... sino como una clave interpretativa... que nos permite pulir y retocar nuestra visión del mundo y de las cosas”. Pura coherencia.

Compartir el artículo

stats