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Luis Carlos de la Peña

PSdeG: ante la hoja en blanco

No está escrito que el PP tenga que gobernar Galicia de aquí a la eternidad. No está escrito que el voto agrupado bajo sus siglas sea el mayoritario en Galicia. No está escrito que la calidad de la gestión del PP al frente de la Xunta justifique tamaño apoyo electoral. No está escrito, en definitiva, el determinismo que equipara Galicia con una mayoría política conservadora. Y si nada de esto está escrito, y no lo está, aún sería posible para quien desee intentarlo, actuar en consecuencia ante la hoja en blanco.

El PSdeG-PSOE parece asomarse a otro de sus tradicionales procesos traumáticos de primarias y posterior congreso. Salvo componendas de última hora, nada improbables dada la debilidad de los potenciales contendientes, el partido se asoma a un nuevo capítulo de dislocación interna. No encuentra el PSdeG descanso orgánico ni estabilidad pública, pese al fortísimo apoyo electoral obtenido en las elecciones generales y municipales de 2019, siempre por encima del 30% del voto y a menos de un punto porcentual del PP. La piedra en el zapato es el resultado de las autonómicas de 2020, con tan solo el 19,38% de voto electoral, sin obviar cierta falta de identificación, que no acaba de corregirse, entre la sociedad gallega y su líder nominal. Una losa sobre las espaldas de Gonzalo Caballero, candidato entonces y aspirante a revalidar ahora el cargo de secretario general del partido y, porqué no, de nuevo futuro candidato a la Xunta.

En la ya no corta historia del PSdeG hay lugar para numerosas derrotas, incluso las autoinfligidas, y también para las ocasiones y procesos donde las cosas se hicieron con amplitud de miras y sentido de país; con generosidad para integrar y con humildad para escuchar el latido social. Hay, en esa historia política de éxitos, al menos dos momentos de interés. El primero, la experiencia socialdemócrata y galleguista del tándem González Laxe/Sánchez Presedo; el segundo, el modelo más centralizado de lejana matriz leninista, de Emilio Pérez Touriño. Ambos se construyeron tras laboriosos procesos de incorporación. Incorporación de conocimientos sobre el país real, de energías sociales hasta entonces silenciadas y, en última instancia, de incorporación de personas. Incorporación de personas diversas, en ocasiones antitéticas, pero al fin, reflejo de una Galicia plural, conocedoras de su compleja diversidad y capaces de concretar nuevas metas, lejos del conformismo y la rutina; más autoconscientes de la personalidad singular del país en el conjunto de España y en disposición de redefinir su espacio en el mundo.

Si no está escrito que Galicia tenga que ser el tradicional feudo del PP, tampoco lo está que el PSdeG, con su aire enrarecido de cuarto cerrado, tenga que empeñarse en arrastrar hasta el desistimiento a sus muchos votantes.

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