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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los ejemplos

Hay veces, aunque probablemente menos de las que se debería, en que los observadores habrían de recordar el pasado con algo menos de melancolía y, quizá sobre todo, mucho más de generosidad. Especialmente en cuanto se refiere a Galicia y épocas no lejanas en las que, gracias a los esfuerzos colectivos y a la claridad individual de algunos a la hora de analizar los problemas del país, su perspicacia en el momento de plantear soluciones y su generosidad a la hora de defenderlas y posibilitarlas, hubo éxitos. Y que, a pesar de su protagonismo –siempre desde una óptica personal–, han sido no los “bos e xenerosos”, sino los olvidados.

Resulta posible que ese olvido sea efecto natural del paso del tiempo y, el hecho de que no se reconozca objetivamente la tarea realizada se deba a que es más fácil criticar que aplaudir. Pero es lo cierto que hay ejemplos de colaboración entre instituciones y personas que las honran, a ellas y al país en su conjunto. Porque gracias a eso, por ejemplo, se construyeron las autovías a Galicia, el AVE atlántico y se defendió, aunque con suerte diversa, el sector primario de la economía de este Reino, la construcción naval pública y privada y mucho de lo que se ha llamado “lo común”. Es aún tarea sin rematar, pero a la que no se puede ni se debe renunciar.

Viene a cuento, esta especie de prefacio, de la propuesta –y reclamación– de que los diputados gallegos, de todos los partidos presentes en el Congreso, unificaran esfuerzos para obtener lo que a sus representados prometieron y está sin cumplir. Y que , en casos concretos, algunos ya citados, contaron con esa colaboración; aunque no se trata de citar nombres, porque resultaría injusto omitir unos cuantos, vale la pena recordar varios de entre los más significativos. Empezando por Felipe González y Manuel Fraga, que a pesar de sus distancias política e ideológica, supieron priorizar “lo común” como base de sus acuerdos.

(Hubo y hay otros casos, individuales, de diputados que, contra corriente, cumplieron su deber para con el país. El socialista Jesús Bahillo, que defendió de forma decisiva la opción de que la “Y” de las autovías se iniciara en Benavente y no en Monforte –como preveía el proyecto del MOPU– tras un estudio financiado por el Concello de Vigo que entonces presidía el fallecido Manuel Soto. Y en la actualidad, el senador popular Javier Guerra, que obtuvo respaldo por unanimidad de la Cámara alta para instar al Gobierno a iniciativas en apoyo de la industria gallega y prepara otras varias acerca de actividades claves para el Noroeste. Dos ejemplos que, aún escasos, podrían aumentarse con nombres y apellidos.)

Una cosa es segura: en política, cuando se quiere, se puede, a pesar de que muchas veces resulte difícil de aceptar y no pocas de asimilar. Y cuando el interés de un partido se antepone al de Galicia, ocurre por ejemplo lo que sucedió con una resolución unánime del Parlamento gallego, a propuesta del BNG, que reclamaba al Gobierno central la cesión de terrenos en la ferrolana Navantia para actividad de astilleros privados de Vigo. Entonces, el PSOE votó en contra de sus propios compañeros gallegos, y algo parecido, pero con respecto al PPdeG, sucedió en alguna otra ocasión, cuando “Madrid” rechazó iniciativas respaldas por los representantes populares en el Parlamento del Hórreo. Son ejemplos de lo útil y lo absurdo en el comportamiento de los partidos. Pero, como tantas veces se dijo, es resultado de la mediocridad del oficio político actual.

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