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Luis Quinteiro Fiuza

Diego de Giráldez, el pintor de la vida

El pintor Diego de Giráldez es un ser fascinante en su persona y en su obra. Escribir sobre la una y la otra puede revelar la propia incompetencia revestida de palabras vacías. Ahí está la razón por la cual asumo esta responsabilidad más por admiración que otra cosa. Admiro a Diego de Girádez como ser humano, como persona sencilla y sabia que, como Sócrates, te ayuda a alumbrar la verdad que se asienta en lo profundo de tu propio ser. Te hace creer que te necesita y te das cuenta que su presencia enriquece tu vida desde mil perspectivas que ni habías imaginado. Nunca aparece en medio de la gloria y del boato. Con él se asienta a tu lado la fascinante desnudez de lo indispensable desde la que puedes comprender la pura fuerza de la creatividad.

"Cristo hombre", de Diego de Giráldez

"Cristo hombre", de Diego de Giráldez

Detrás de toda obra artística hay una historia que se reescribe a la luz de intensas experiencias de personas cinceladas por la pasión y la fruición de una sensibilidad heredada. Habría que decir que el artista nace, pero también se hace. La vocación del artista es una decisión que se alumbra cada día en compromisos inaplazables. El artista tiene conciencia de que con su obra se enriquece el sentido de lo que existe.

La obra de arte necesita del compromiso ético. Esta dimensión de valor fundante está presente en toda la obra de Diego de Giráldez. En él no hay ninguna concesión a lo banal. Toda su obra se alimenta de lo auténtico, de la naturaleza sublimada que en sus formas y colores adquiere una vida que trasciende lo empírico. Debajo o más allá de los ropajes de la naturaleza de Diego de Giraldez se esconden los corazones de la vida que como motores invisibles alientan todo lo real.

Acercarse a la obra de Diego de Giráldez exige un ascetismo al que no estamos acostumbrados. Hay que traspasar el mundo de las apariencias y de las convenciones para detectar el nido mismo en el que habita la ternura que sublima la belleza.

Encontrarme con Diego, con su persona y con su obra, es para mí un permanente regalo al que todos estamos invitados.

*Obispo de Tui-Vigo

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