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Sosa Wagner

¿España multinivel?

España ha sido un país ceniciento y montaraz poblado por reyes católicos, caudillos y bandoleros y cuando se quiere citar a una personalidad descollante nos acordamos de don Manuel Azaña a quien en su época llamaban “el verrugas”.

Este es nuestro pasado que estamos corrigiendo en estos años venturosos. Hemos tenido a España como nación de naciones y ministro hay que se duerme contando las naciones como otros se duermen contando corderitos. Nos han brotado naciones en la Península como brotaban hombres de pelo en pecho en el bancal de la película Amanece que no es poco. Se riega un poco con el dinero público y ya tenemos una nación hecha y derecha, con todos los sacramentos y mucho mejor administrados que las vacunas.

Espero que no nos olvidemos de este logro semántico de la nación de naciones porque todavía nos ha de prestar mucha apostura en nuestro caminar por la historia.

Lo digo porque hemos puesto en circulación otro que aspira a suplantarlo. Con la España multinivel, hallazgo tan relevante como la rueda o el tornillo, conseguiremos –nos dicen– un buen nivel en el conjunto de un mundo multinivel. Sobre todo si contamos, como es el caso, con un valioso y experto nivelador que practique la adecuada nivelación.

Lo contrario sería correr el riesgo del desnivel, es decir del desequilibrio, de la pérdida de la firmeza. Un plano inclinado por el que se deshacen las naciones.

Me gusta la expresión por ser imaginativa y sobre todo valiente por cuanto supera el federalismo, una antigualla apta para nostálgicos y eruditos gargajeantes.

"Por fin abandonaríamos el pasado gris para abrazar la España de los tonos, de los matices, que corregiría la historia lastimosa de toros y moscas"

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Ahora bien, estas Soserías están para abrir caminos inexplorados. Por eso me atrevo a proponer otra que juzgo más vistosa, a saber, la “España multicolor” que refleja mejor nuestra diversidad como han captado nuestros poetas y pintores: la España verde de los prados y las montañas, la España azul de las playas y los mares, la España amarilla de las tierras de pan llevar y por ahí seguido…

Por fin abandonaríamos el pasado gris para abrazar la España de los tonos, de los matices, del juego cambiante de las tintas, en una palabra, la policromía llevada a las entrañas constitucionales. ¿Se puede estar mejor inspirado? Aportar reflejos, irisaciones, esmaltes, realzar lo violáceo, lo índigo, lo pálido, lo desmayado… en toda suerte de combinaciones para conformar el verdadero retablo de la España actual que corregiría la historia lastimosa de toros y moscas.

La España multicolor sería la España multiforme que prevalecería sobre la España que vistió uniforme (en el cuartel, en el colegio de curas, etc.).

De manera que esa España multicolor por Technicolor que propongo será una España risueña en la que cabremos todos, acabando con las banderías desgarradoras.

Despidamos pues a la España roja y a la España azul e instalémonos en un mundo multicromo, complacido en los matices, mecido por el dulce aura del tornasol.

Con una ventaja: los señores gobernantes nos permitirán hablar de nuevo, sin circunloquios, de España. Aunque solo haya quedado reducida a un ramillete de globos de colores.

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