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Ceferino de Blas.

Tampoco fue normal

La historia se repite. Hace un siglo las fiestas del Cristo tampoco se celebraron con normalidad. Al igual que en este año la pervivencia del virus ha suspendido la procesión del Cristo, en 1921, la guerra de Marruecos, tan cruel, y el desastre de Annual, que dejó sobre los peñascales y el polvo del Rif a miles de cadáveres de jóvenes españoles, rebajaba las celebraciones.

El domingo 7 de agosto de 1921, salió la procesión por el recorrido tradicional y el fervor habitual de miles de personas. La novedad fueron las flamantes andas de la imagen del Cristo, recién construidas en los Talleres de Urbano Anido, de Santiago, que se abonaron con una suscripción popular en la que participaron muchísimos devotos.

Los vigueses también pudieron asistir, en el escenario del Odeón, porque no era un acto del programa festivo, al estreno de la compañía dramática de Margarita Xirgu, la genial actriz que encaramó a la fama los dramas de García Lorca. Fue uno de los acontecimientos culturales del verano.

Pero la Comisión de festejos, “teniendo en cuenta las circunstancias porque atraviesa España con motivo de los dolorosos sucesos de África”, acordó dejar sin efecto el programa general de los festejos.

Los vigueses no pudieron disfrutar de uno de los espectáculos que más entusiasmo despertaban, el Concurso Hípico, para el que el ministro de la Cierva, rompiendo una costumbre de su cargo, había donado un obsequio como premio.

El ministro de Fomento, Juan de la Cierva Peñafiel –padre del que será una de las personalidades más relevantes del país, el inventor del autogiro, Juan de la Cierva Codorniu–, envió a Agapito Lago, presidente de la Comisión, una carta ofreciendo “un modestísimo recuerdo” para los ganadores del concurso, “en atención a la especial simpatía que esa culta población me inspira, y por mi gratitud hacia esa hermosa ciudad”.

Pero ese espectáculo que tanto gustaba a los vigueses no se celebró, como otros anulados del programa festivo.

Vigo, que era puerto de paso y de embarque de tropas que salían hacia Marruecos, vivió aquel comienzo de agosto con enorme congoja, por la crueldad de la guerra y la zozobra sobre el futuro que aguardaba a los componentes de la guarnición militar de la ciudad, el Regimiento Murcia, que muchos conocían, y que en breves días irían a pelear en África.

"Vigo, que era puerto de paso y de embarque de tropas que salían hacia Marruecos, vivió aquel comienzo de agosto con enorme congoja, por la crueldad de la guerra y la zozobra sobre el futuro"

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La ciudad se vio muy implicada en aquella guerra terrible, ya que algunos jóvenes, entre ellos Valentín Paz Andrade, e hijos de importantes empresarios vigueses, José María Massó, Javier Sensat y Curbera y Felipe Alonso Lamberti, fueron enviados al frente.

Llegó a considerársela una guerra sentimentalmente viguesa, hasta el punto de que la ciudad regaló un aeroplano al Ejército para intervenir en las operaciones militares, al que pusieron por nombre Vigo. Entrará en combate muy pronto.

Ambos años 21 fueron de los contados en un siglo en que se vieron perturbadas las fiestas del Cristo. La guerra del Rif fue la causa de que no se desarrollaran como la Comisión había previsto en 1921, al igual que el virus ha trastocado muchas previsiones en los últimos tiempos. Una de ellas, la principal, la suspensión de la solemne procesión por segundo año consecutivo, porque el COVID no hace distinción entre los actos profanos y los religiosos.

Los motivos fueron diferentes, uno bélico y otro vírico, pero la conclusión ha sido la misma: Vigo no pudo celebrar con normalidad sus fiestas en este año como ocurrió hace un siglo.

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