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Juan José Millás.

El trasluz

Juan José Millás

Mi psicoanalista finge

Cuando escucho la expresión inmunidad de rebaño, me imagino a mí mismo en la periferia de ese rebaño, nunca en su centro. Sería, en fin, de las primeras ovejas a las que se comería el lobo o de los primeros corderos a los que atacaría el virus. Pese a ello, continúo imaginariamente en la periferia. Se lo digo a mi psicoanalista por videollamada (este año no descansa en agosto porque la gente está muy mal), y observo que no me atiende desde su consulta de siempre, sino desde lo que parece la habitación de un hotel. Tal y como ya había calculado, ella me responde preguntándome por qué creo que me gusta más la periferia.

–No estoy seguro de que me guste –digo–, es a lo que estoy acostumbrado.

–Póngame un ejemplo –dice ella.

–Viví durante mi infancia en el extrarradio de Madrid y ahora, de mayor, sigo lejos del centro.

–Del centro del rebaño –aclara ella.

–Los que vivimos en las afueras del rebaño –pienso en voz alta– estamos expuestos al frío y a los lobos. Y al virus.

–Quizá –aventura la terapeuta– le parezca más heroica esa posición que la del que busca la protección del grupo.

–Quizá –concluyo con la impresión de que la estoy aburriendo. Seguro que tiene pacientes de verano con patologías más floridas.

Cuando escucho la expresión inmunidad de rebaño, me imagino a mí mismo en la periferia de ese rebaño

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Entonces cambio de tema y le pregunto si se encuentra en un hotel, a lo que estoy seguro de que ella responderá preguntándome por qué pienso eso. En efecto, tras unas décimas de segundo se manifiesta:

–¿Por qué piensa que estoy en un hotel?

Por el cuadro del fondo –digo–, que es una marina horrorosa. Y enseguida añado: un hotel de cuatro estrellas venido a menos.

–¿Le suena de algo la expresión venido a menos? –pregunta.

–Claro que me suena –respondo–. Cuando era niño, había en España, como ahora, muchas familias de clase media venidas a menos, la mía entre ellas. Todas vivíamos en la periferia, alejadas de la protección que proporciona la Gran Vía.

–Pues ahí lo tiene –remata ella.

–¿Qué tengo?

Una asociación con la que entretenerse.

Y finge que se corta la videollamada.

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