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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los cínicos

Es posible que la reiteración en las críticas al Gobierno del señor Sánchez pueda interpretarse por algunos –sobre todo los despistados, los desinteresados por la cosa pública y, por supuesto, los hooligans entre socialistas y podemitas– como una manía o el producto de hostilidad personal hacia los las criticados. Pero ese riesgo se reduce al argumentarlas, lo que las convierte en opinables y/o discutibles aunque se les adjunten ejemplos evidentes. Son efectos de la libertad de prensa, que se consideraba –en pretérito, al menos aquí– esencial para la democracia.

Entre los casos obvios, el más reciente es el que hace apenas unas horas publicaba este periódico acerca de la actitud del Ministerio de Industria. Actitud que, por chusca y torticera es aún peor que la falta de reflejos de la Xunta: aquello a causa de la insólita afirmación de que la “fuga” del megayate a Santander fue conocida por el Gobierno antes de llevarse a cabo “porque era mejor que llevarlo al extranjero”. Lo segundo, porque la decisión de Prothero y compañía roza al menos lo irregular, y que Industria la explique como lo ha hecho es, sencillamente, ridículo.

Ítem más. Con esa procedencia se añade también la curiosa matización de que los 23,6 millones de subvención no son en absoluto para Barreras, sino para las empresas auxiliares, a las que se deberían alrededor de 20 millones. Lo que dejaría un saldo apetitoso para cualquiera –y es solo una hipótesis–, que quisiera aprovecharlo con otro destino, algo posible dada la probada ineficacia de los controles que en este país se establecen para “garantizar” el cumplimiento de las normas. Y no resulta una anécdota, salvo que alguien crea que tres millones lo son.

Expuesto cuanto precede, puede añadirse otra observación aún más personal que las anteriores y formulada como pregunta: ¿es posible creer en serio que semejantes “explicaciones” se produjeran en el caso de que hubiera sido al revés? Manejado el asunto de otra forma, ¿habría permitido Industria el traslado del “Evrina” desde una comunidad gobernada por un socio político a otra que lo está por un adversario? Quien plantea ambas cuestiones es consciente de que su pensamiento puede parecer barroco, pero cree en el consejo de “piensa mal y acertarás”. A veces.

La moraleja, si hubieran de exponerla los habituales invidentes por no abrir los ojos, podría llevar a la errónea deducción de que lo expuesto es otro ejemplo del “victimismo”, por no decir “localismo”, que tanto denuncian. Pero si se atiende de forma correcta se verá que resulta extraño que a Galicia le sucedan estas cosas, distintas de las que pasan en otras comunidades a la hora de defender sus intereses públicos o privados por parte del Gobierno. Que lejos de tratar a todos con justicia –incluso la distributiva proporcional–, lo hace al revés, olvidando, cuando no perjudicando, a unos y mimando a otros como si le fuera la vida en ello. Y quizá sea verdad: al señor Sánchez y sus ministros les va la vida en el cargo si no lo hacen. De ahí, también, su cinismo.

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