La situación de los jóvenes en nuestro país –las llamadas generación Z y millennial– es una causa recurrente de análisis y valoración de sus problemáticas y, más aún, en un momento en que el recrudecimiento de la pandemia ha hecho caer sobre sus espaldas el peso del incremento de los casos en esta quinta ola. Recientemente se ha hecho pública una encuesta que nos permite analizar con detalle –puesto que es una investigación demoscópica de calibre, con la participación de 13.587 personas– lo que piensan, lo que temen y lo que esperan los jóvenes de entre 16 y 34 años.

El sondeo “El futuro es ahora” no solo representa el retrato fijo de este colectivo, sino que también propone soluciones concentradas en 40 respuestas que ya se han presentado a la presidencia del Congreso de los Diputados y que tendrán un recorrido político que ha de servir para que la voz de los jóvenes no solo sea escuchada, sino considerada como un acto esencial para el diseño del futuro. El macroestudio sirve como faro para entender las dificultades de los jóvenes y, al mismo tiempo, para calibrar cuáles son los problemas más acuciantes.

En primer lugar, como era de esperar, el acceso al mercado productivo es el principal escollo que tienen ante sí a la hora de establecer una perspectiva personal y laboral. Es el meollo de la cuestión, con 9 de cada 10 encuestados que creen que la oferta de trabajo es escasa y precaria. Estamos hablando de una generación que presumiblemente cuenta con una alta capacitación y, al mismo tiempo, con un horizonte de empleos de bajo nivel y con un alto índice de paro. El difícil acceso a la vivienda es en parte consecuencia de la precariedad laboral y también por la falta de políticas públicas en el sector inmobiliario.

Los datos son hirientes y deberían conmocionarnos pero no acabamos de darles alternativas

Ante este panorama, y a diferencia de lo que propone la administración, los jóvenes abogan por rebajar la edad de la jubilación para facilitar, a su entender, un relevo generacional. Esta propuesta, que algunos economistas ponen en duda que llegara a producir el efecto deseado y que tampoco aclara cómo quedaría la estabilidad del sistema de pensiones, pone de manifiesto, sin embargo, la preocupación por trabajar de los jóvenes, y rompe estereotipos que presentan a una generación poco menos que frívola.

Más allá de la efectividad de avanzar la edad de jubilación, hay otras medidas más fáciles de adoptar para rebajar la tasa de paro juvenil, en forma de políticas activas de ocupación.

En Galicia, la ecuación se hace todavía más compleja si se le suma la grave crisis demográfica que dejó a la comunidad con 131.000 jóvenes menos que en 2008, sin que el mercado laboral sea, aun así, capaz de absorber a los que quedan. El último informe del Consello Económico y Social, alerta de que la pandemia ha destruido más empleo juvenil y el que se crea es temporal y precarizado.

La crisis provocada por el COVID-19 ha supuesto para este colectivo otro mazazo cuando aún no estaba recuperado de la crisis anterior. Si los jóvenes suponían un 20,4% del mercado laboral gallego en 2008 ahora solo representan el 10,3% de los ocupados totales, prácticamente la mitad.

A Galicia, como al resto del país, le acecha en toda su crudeza el drama de una juventud con una insoportable falta de expectativas. España camina en el coche escoba del continente a la hora de ofrecerles oportunidades. Los datos son hirientes y deberían conmocionarnos pero no acabamos de darles alternativas. Y sin relevo generacional los territorios más afectados comprometen sus pensiones, sus hospitales, sus escuelas. Su futuro.

Ante los mitos, desatados estos días en determinados entornos, de una juventud despreocupada, falta de entropía y de solidaridad, la encuesta revela, al contrario, un colectivo altamente preocupado por las injusticias y desigualdades y por la extensión de discursos discriminatorios y agresivos. El medio ambiente y el respeto por el planeta también están entre sus prioridades.

Convendría que los poderes políticos también reflexionaran sobre un dato de la encuesta que plantea un serio problema. El 87% dicen sentirse poco o nada representados por las formaciones actuales. La configuración futura de una sociedad pasa por escuchar de verdad a los jóvenes y dar salida a sus reivindicaciones en el marco democrático. De lo contrario, la falta de oportunidades y de confianza en ellos puede afectar gravemente a la estabilidad social.