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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El esfuerzo

Es probable que plantear como un esfuerzo conseguir los objetivos que se marcó hace apenas unas horas la Comunidad de Trabajo Galicia/Norte de Portugal podría ser considerado como propio de Pero Grullo. Cosa distinta si se añadiera que aún más difícil resultaría lograr que la gente del común se lo crea, especialmente la que se ubica en el lado norte del río Miño. Y para ser más concreto aún, a lo largo del recorrido gallego del AVE Lisboa-Porto-Vigo-A Coruña y –como debería ser– Ferrol. Y no se trata de dudar porque sí, ni de negar que ese eje daría a la Eurorregión expectativas de gran dimensión. Eso parece claro.

La dificultad mayor –dejando a un lado la económica, que perdería algo de peso si la UE cumple sus compromisos– es el escepticismo. Sobre todo en lo que respecta a la posibilidad de que el megaproyecto estuviese rematado en un plazo que permita a la Región competir a medio plazo en un mercado europeo accesible a los transportes modernos. Y, en este lado de la raia parece especialmente difícil la fe: el AVE a Madrid lleva esperándose lustros, y buena parte del paralelo al Atlántico tiene caducados varios de sus trámites e informes preceptivos para dar comienzo siquiera a las obras. Algo que también está muy claro ahora mismo.

(Escepticismo también, o quizá incredulidad, es lo que se deriva del anuncio de la Conferencia de Presidentes convocada para hoy. Concebida por Fraga como un instrumento de diálogo y cercanía, Sánchez la ha convertido en una especie de circo de desigualdad entre comunidades, en el que se prima al País Vasco y a Cataluña y los demás acuden bajo el aviso de que se avienen a ello o pagarán su desacuerdo en el reparto de fondos europeos. Ésa es la España “multinivel”, que así la llaman desde el actual Gobierno y sus coros y danzas que se afanan en repetirlo. Quizá para impedir que alguien piense, y denuncie, en otra, más dura: chantaje.)

En ese marco pierde peso lo que comentó el presidente Feijóo en el sentido de que hay un amplio acuerdo para llevar adelante ese corredor ferroviario de pasajeros. Y que de él forman parte no sólo las autoridades regionales respectivas, sino también los Gobiernos de Madrid y de Lisboa. Pero no sería una sorpresa: con respecto a Galicia, las promesas que se han cumplido han sido escasas y no precisamente las que resuelven, sino las que alivian, como la rebaja del peaje de la AP-9. Y el alivio es bueno –y notable para usuarios– pero el país requiere más.

Siempre desde un punto de vista particular, y con el debido respeto, procede añadir otro dato. A día de hoy, la parte portuguesa del proyecto está ya presupuestada, demostrada la agilidad de la Administración vecina para despachar asuntos de interés general y, en fin, igualmente probada la eficiencia técnica imprescindible. En el lado español, en cambio, sólo una parte de esas condiciones se cumple, lo que presupone desventaja y, si se confirma, retraso para el fin último a conseguir: la definitiva formación, en toda su capacidad, de la Región europea: Habrá, pues, que equilibrarla. Ésa es una conditio sine qua non para lograr el éxito, del mismo modo que para contar algún día con otro corredor imprescindible, el Atlántico de mercancías. Una empresa a la que, como ya se ha dicho en otra ocasión y con diferente motivo, hay que aportarle gente, en el mejor y más noble sentido de la palabra. Porque habrá que ejercer una presión legítima y diversa en frentes distintos, coordinada para integrar a todos los que signifiquen algo en las respectivas sociedades. Lo han hecho los portugueses y también los españoles de Levante. Hay razón por lo tanto para que el Noroeste haga lo mismo. Y ya desde hoy en esa “Conferencia”.

¿Verdad?

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