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DESDE MI ATALAYA

Manuel Torres

Marín, destino y tradición

Que nuestra villa es un pueblo “botado al mar”, es reconocer su natural e irrevocable vocación marinera, porque nuestra situación geográfica y la singularidad de nuestro entorno, marcaron nuestro destino, factores que configuraron nuestro carácter y nuestro temperamento como pueblo siempre abierto a toda clase de empresas marítimas, como “homo litoralis” que siente desde niño los aromas marinos y atraído por la llamada del mar. Con esta relación vinculante, la villa de Marín, se estructura y organiza, como un pueblo de recia estirpe marinera, identificados con el ambiente marítimo que nos rodea, y entregados al duro quehacer del mar, un binomio inseparable “hombre-mar”, que no solo es una relación ecológica, sino también, una opción claramente intuitiva y un estilo de vida firmemente adoptado, es decir nuestro destino. Se ha dicho que la historia de Galicia, desde el siglo X, es un proceso de “creación eclesiástica”, por cuanto las órdenes monásticas fueron las promotoras de su fe, de su cultura, su desarrollo económico y su progreso social. Y Marín es el exponente feliz de la obra colonizadora de los monjes blancos de Osera, que, bajo su abacial señorío, durante más de siete siglos, fue el alimento espiritual y civilizador, y la protección y el impulso de su trabajo en la mar, que fue su ocupación y destino. Pues frente a los complicados medios de captura, que hacían los potentados, los marinenses practicaron las artes menores, por su sencillez, economía y respeto con el medio, porque vieron en el mar una fuente de sustento para sus hijos, y no las ansias de la ciega ambición de riqueza. Por lo que puede decirse que en esta noble profesión con los “trasmallos”, los “miños”, y los “espineles”, trabajaron los marinenses durante siglos como una verdadera artesanía de la pesca, siempre celosos de conservar el tesoro que encerraba el mar. Lo que no impidió que fuesen los “polbeiros” y los “xeiteiros” de Marín los que abastecieran lasa ferias y mercados de Galicia, colmando de fresca sardina las alforjas de las caballerías de “recueiros” y “arrieiros” que conducían tierra adentro las comarcas del Deza, del Avía, Arenteiro y del Barbantiño.

La llegada de los catalanes en el siglo XVIII introdujo nuevas técnicas de pesca, al tiempo que nuestro litoral se llenó de fábricas de salazón y conserva, convirtiendo a Marín en un gran puerto exportador, a toda España y del extranjero. Es cuando nuestra tradición pesquera gana para Marín una brillante época de florecimiento y expansión comercial, de verdadera hegemonía marítima, que fue nuestra tradición y que no hemos sabido continuar.

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