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DESDE MI ATALAYA

Manuel Torres

La huella marinense en América

En el CDXLIV Aniversario de la fundación de “Córdoba la Llana” (Argentina) por la Expedición de Jerónimo de Cabrera, en la que nuestra villa: modesta y fuerte, humilde y gallarda, participó en la gran aventura de América, ya que jugó un papel importante en la Historia de España, cuando se abre a la exploración y conquista del Nuevo Mundo. Pues fue Marín la que da a Cabrera, el elemento humano de su famosa expedición a las Indias, partiendo de Sevilla en el otoño de 1537 para alcanzar, tres meses después de penosa navegación, las costas del Golfo de Urabá, en el Mar del Caribe, arribando al puerto de Santa Marta. Arriesgada aventura de un puñado de marinenses, marineros, pescadores, gente de campo y de oficios, familias enteras, formando parte del contingente de más de trescientas personas que embarcaron con arrojo en busca de su ilusión hacia un destino incierto. Aquella atrevida expedición, que una vez en tierra firme, se dirige hacia el Sur siguiendo el curso del Magdalena, para internándose en Perú, en busca de “El Dorado”, y que, bajo este poderoso incentivo, recorre intrincadas selvas, pantanosas tierras y parajes desiertos, soportando los constantes ataques y grandes acometidas de los indios hostiles, logran que, al fin, Cabrera entre en Lima con su gente harto diezmada por el hambre, el cansancio y la enfermedad. Prosiguen los supervivientes su marcha por la ruta misteriosa de “Ansenusa” (la nunca hallada ciudad de los Césares), para finalmente dar fin a su largo peregrinaje por el montañoso y quebradizo país andino, para penetrar en la tierra ancha de la llanura que, en lengua indígena, se decía “Quisquizacate”. Y allí mismo, al pie de la sierra cubierta de frondosos bosques, treinta y seis años después de su salida de España, el 6 de julio de 1573, desafiando la intensa lluvia y las envenenadas flechas de los indios “comechingones y sanavirones”, llevan a cabo el solemne acto de la fundación de la ciudad de Córdoba la Llana, en la Nueva Andalucía de las tierras vírgenes del Plata.

Desde entonces la presencia de marinenses en la tierra descubierta por Solís, se sostiene viva y fecunda con una gran obra de colonización, noble, digna y humana, que influyó decisivamente en la agricultura, el comercio, las finanzas, la cultura y en la política del país hermano: Argentina. Debido la incesante corriente migratoria de la juventud marinense, que continúo llevando a la lejana colonia, la savia de la civilización, durante más de cuatrocientos años. Contribución generosa de nuestra Villa marinera y pescadora del Atlántico gallego, que hizo nacer allí, allende el océano, un “Nuevo Marín” con la sangre de su raza y el aliento de su espíritu creador. Esta es fue nuestra huella en América, una lección que los marinenses no debemos olvidar.

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