Así pues, por si alguien esperaba algo diferente a lo que hubo durante y en el epílogo del congreso del PPdeG, habrá comprobado que en ese partido apenas hay margen para las sorpresas. Quedó escrito hace algún tiempo que el reelegido presidente controla la estructura como nadie antes que él, y la prueba de que sigue siendo así es la relación de nombres que van a secundar al líder en los próximos años. Es gente en general liviana, no por tener un valor político reseñable, sino por la esperanza de lograrlo además de un factor biológico: su juventud.

(Los curricula subrayan ese dato –además del relativo al género– tanto o más que sus méritos personales: es el signo de los tiempos al que parece no ser inmune don Alberto. Sus exégetas, que siguen siendo numerosos, dirán que su relativamente nuevo equipo es una apuesta de futuro y otros lugares comunes, habituales cuando poco más hay que resaltar, lo que es, desde luego, solo una opinión personal de la esfera pública que ocupan y que no pretende ser irrespetuosa: sólo descriptiva. Al menos cuando se contempla desde el exterior.)

A partir de lo expuesto, y aceptando que este tipo de reuniones periódicas no son para elaborar programas de gobierno sino más bien para buscar a quienes –llegado el momento y la oportunidad– puedan aplicarlos, la cita ha carecido de alicientes incluso para quienes no aspiraban a un premio grande en la lotería de nombramientos. O quizá con más fundamento, algún gesto significativo. En vano, como es habitual en el presidente Feijóo que, como mucho, suele emplear frases abiertas a todo tipo de interpretaciones. La última fue su “tengo ganas de más”. Punto.

En resto de los oradores –entre los invitados especiales sobresalió, como era de esperar, don Mariano Rajoy, que advirtió de los riesgos, severos, de la actitud gubernamental ante el problema separatista–, se limitaron a proclamar lo que un congreso de adhesión esperaba oír. En dos palabras, totus tuus, ante el reelecto presidente del PPdeG e incluso, más tímidamente, a un señor Casado que ve su oportunidad no tanto en las recetas de que dispone en cuanto a las encuestas y la respuesta callejera en algunas presencias de Pedro Sánchez. Parece poco para ganar.

De ahí que quepa destacar las ausencias, por más que aquello no era una sesión parlamentaria o un debate sobre el Estado de la Autonomía. Gallegas y gallegos esperaban más energía, incluso más compromiso, para afrontar cuestiones tan graves como el abandono de Meirama, la quiebra de Barreras o la actitud “triunfante” de un BNG que condena al paro a cientos de familias de toda Galicia tras la sentencia contra Celulosas desde una Audiencia Nacional a la que, quizá por “casualidad”, nunca critica el Gobierno actual. Habrá que esperar –aunque la fe, por ahora, no ha movido ninguna montaña política– que el PPdeG se ponga las pilas y obligue a la Xunta a actuar más y hablar menos. Que ya va siendo hora.

¿No?