Hace cinco meses hice pleitesía por escrito en estas páginas a su trayectoria profesional aprovechando que cumplía 79 años, aunque no pudiera celebrarlo con su pronta alegría porque en ese momento estaba hospitalizado. Querido Gerardo González Martín. Hoy no celebro como entonces volver a escribir de él porque la razón no es aquella alegría de su cumpleaños sino la tristeza de su despedida de este mundo que tan intensamente vivió desde su profesión periodística. La vieja guardia del periodismo, aquel que conoció el plomo de las linotipias y los teletipos, ha perdido a otro representante señero de esa etapa en que se consideraban sagrados los hechos y no había que defenderse de tanta invención de relatos y proliferación de bulos al galope anónimo de las redes.

Gerardo, ya jubilado hace al menos un decenio, fue uno de los más relevantes periodistas que tuvo Galicia (aunque fuera de Ávila) desde la Transición, si bien ya antes se había bautizado en FARO, en 1962, cuando se enamoró allí de Teté, esa mujer tan querida por su bonhomía que le acompañó hasta el final. Yo le conocí a partir de 1975, tras haber sido director de El Correo Gallego, cuando era redactor jefe de Radio Popular, emisora que luego, convertida en COPE, dirigiría en dos ocasiones. ¡Qué gran trabajo hizo allí en aquel despertar a la democracia en España con otros como Víctor Freixanes (si le preguntáis al presidente de la R.A. G. os dirá que entró de su mano en el mundo la comunicación), Xosé María Palmeiro, Xerardo Rodríguez, Queca Merino...!

Luego sería director de Televisión de Galicia, responsable de Antena 3 de Vigo y Pontevedra, director de Programación y Emisiones en Madrid de la misma cadena radiofónica y jefe de Informativos primero y director después de Televigo... Yo mismo empecé en una revista de la que era director, El Pope, en la que tuve ocasión de aprender de su maestría. Trabajador incansable de principios inamovibles con quien compartimos muchos e inolvidables momentos, quienes le conocimos bien sabemos que este combatiente de la radio, la imagen y el papel , siempre en puestos directivos pero trabajando como uno más de la base, deja a la ciudad de Vigo un legado editorial difícilmente comparable: “Pasión por Vigo, el legado de Rodríguez Elías”, “Vigo no espello dos nosos abós”, “El orgullo de ejercer como vigués”, y otros muchos libros más, sin que olvidemos el último, el esfuerzo biográfico más grande conocido sobre la historia de Vigo: el “Diccionario de vigueses (1875-1945)...” con 1.700 personajes. No hubo en la historia de Vigo cronista que tuviera un fichero como el suyo sobre la ciudad. Se nos fue su autor, tomen nota quienes pueden para que su nombre quede en nuestro callejero para siempre.