A la espera de que el señor presidente Feijóo se decida a concretar cómo y cuándo aplicará del todo el esquema económico liberal –que se parece, pero no es, el modelo “centrista” que anhela– quizá resulten útiles algunas observaciones. Formuladas, como es habitual, desde un punto de vista particular. La primera, y elemental, contiene dudas acerca de si lo que propone será suficiente para impulsar la economía y la recaudación tanto como cree. Porque lo que explica es, ad simplicem, lo que hace Ayuso en Madrid y el resultado en Galicia está condicionado –y amenazado– por una circunstancia clave, que es la de que esta comunidad no es como aquella, una locomotora potente que “tira” de sus números.

La segunda observación se refiere a que el margen de maniobra de ambas y el resto, salvo las privilegiadas –en eso el nuevo Gobierno no hará cambios con respecto a Euskadi, Cataluña, Valencia y Baleares– puede ser menor que el actual si Pedro Sánchez cumple la exigencia que le hacen los pésimos gestores de la ultraizquierda. Para eso busca “armonizar” el sistema de financiación de forma que no se note tanto que los buenos (gestores) aplican mucho mejor el principio básico de la Economía Política: afrontar con eficacia y medios escasos los problemas prioritarios. Y el tópico de la que la izquierda reparte con más justicia ya lo creen pocos.

Hablando de repartir, la tercera (observación) contiene otra incógnita, porque aún no se sabe cuántos ni cómo serán los fondos de recuperación que manejará el equipo dirigido por la señora Calviño, más presentable que el anterior ante Europa pero con el mismo lastre: los ministros de Podemos. Cierto que si los planes de Moncloa tienen éxito y el PSOE recupera algo de lo mucho que ha perdido, los “ultras” tendrían fecha de caducidad, no tanto porque mantuvieran cuota electoral sino porque ni aún así sumaría y entonces tendrían las horas contadas. De cualquier modo, ya solo conservan poder relativo en el área laboral. De momento.

No son pocos los que creen, a día de hoy y con la pandemia de nuevo desbocada –ante un Gobierno tan ineficaz que casi es preferible que no haga a que lo intente–, que mucho de todo ello, con la actual presidencia, es como esperar otra “conjunción astral” con la que un idiota comparó la coincidencia de Zapatero y Obama. Y ya puestos a sumar reflexiones, habría que añadir alguna más. Por ejemplo, si la intención que don Alberto Núñez manifiesta se llevará a cabo con esta Xunta o hará como su colega, pero no amigo, señor Sánchez, que para ejecutar los suyos, sean los que fueren, le ha dado la vuelta a la momenklatura. Y está por ver qué ocurre.

(Acerca de las necesidad de cambios, en Galicia hay pocos que no admitan que el equipo actual parece, más que el de San Caetano, el de San Lorenzo, quemado como estuvo el mártir en la parrilla, y que le convendría no un retoque, sino una revisión a fondo. Y en algo más que en caras: también en políticas, la industrial por citar una entre bastantes: lo que dijo don Alberto sobre Barreras, por ejemplo, es la frontera entre el error y la lejanía. Ese astillero con mayor urgencia que otros, pero como todo el sector, requiere un Plan Estratégico, del que solo una pequeña parte es el requisito de la agenda de trabajo. Sin estrategia, dicen los expertos en eso, no hay táctica que resuelva, y su señoría haría bien en darse cuenta de que el mal no se cura con un bálsamo. En fin, que sobre los planes del presidente habría que saber quién los hará, si el presidente actual u otro, porque es también un factor esencial. Pero, probado que el señor Feijóo maneja los tiempos como pocos, habrá que seguir a la espera. Es así: don Alberto o la fuerza del sino.

¿No…? )