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Luis Carlos de la Peña

Algoritmo catalán

El verano propicia ampliar nuestro círculo de relaciones y con él los encuentros donde, además de hablar del tiempo, la cuestión catalana ha ganado un protagonismo singular. Como hay quien da por hecho que entre españoles no catalanes es este un tema pacífico, lindante con el sentido común, son pocas las reservas que al respecto se mantienen en pie. A riesgo de pedantería o, aún peor, de excentricidad, sobre la política catalana y su relación de conflicto con España me guío por las luces largas de historiadores como Jaume Vicens Vives o John Elliott y su espléndida obra La rebelión de los catalanes (en castellano, 1977). En ellos comprobé lo juicioso del aserto de fray Luis de León sobre el mundanal ruido y “...la escondida/ senda por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido”.

Como la historia aún sin repetirse tiende a parecerse, con fatal machaconería en los errores, es notable la coincidencia de los supuestos que todavía hoy justifican los encuentros y desencuentros, los encontronazos y los abrazos, entre los defensores de la antigua legitimidad catalana del Reino de Aragón y los del centralismo unitario borbónico, ahora fungido en autonómico y constitucional.

"El PSOE de Pedro Sánchez trata de configurar un algoritmo que aplicado con la pauta adecuada pueda resolver la cuestión catalana durante 30 o 50 años más"

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En el último capítulo de esta pugna que dura ya 500 años, el PSOE de Pedro Sánchez trata de configurar un algoritmo que aplicado con la pauta adecuada pueda resolver o al menos “conllevar” –Ortega dixit–, la cuestión catalana durante 30 o 50 años más. El algoritmo socialista incluye recomendaciones del mismo Conde Duque de Olivares en el siglo XVII. En primer lugar, diálogo; segundo, acercar el Rey a Cataluña; tercero, incentivar económicamente a las élites catalanas. El algoritmo tendría también en cuenta el cansancio de la población, no solo del 50% no independentista, la neutralización de la jerarquía eclesiástica, la complicidad de Esquerra Republicana y el enganche tácito del PP después de tantas negligencias y despropósitos.

La sabia mezcla de estos elementos tendría un efecto balsámico. Sería un proceso de años, con nuevos choques, desencuentros, malentendidos y desconfianzas, pero donde el cálculo del beneficio de permanecer juntos y en la UE debiera imponerse al antipragmatismo catalanista de una utopía negativa. Con estos enunciados, lo sé, reduzco sin remedio mi círculo de amistades estivales. Es llegada la hora del solitario disfrute, bajo el camelio, del frutal albariño y el pá amb tumaca.

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