Usted, padre Báez, que a través de las redes sociales ha difundido mensajes claramente machistas y retrógrados, justifica el asesinato de las pequeñas de Tenerife, Anna y Olivia, de 1 y 6 años, respectivamente, presuntamente cometido por su propio padre –al que usted, incomprensiblemente, califica de víctima– responsabilizando de este horrible suceso a la “infidelidad” de la madre, que, tras haberse separado de su marido, había iniciado una nueva relación.

Que un sacerdote haga este tipo de declaraciones –incontinencia verbal aguda–, justificando una venganza cobarde y miserable, negando un más que evidente caso de violencia vicaria, tendría que suponer la fulminante inhabilitación para el ejercicio de su ministerio. ¿Qué catequesis y principios éticos puede impartir alguien que niega la igualdad de derechos y oportunidades entre el hombre y la mujer?

Si en pleno siglo XXI, todavía hay quien cuestiona esos derechos fundamentales, mejor sería que regresara a las cavernas de las que nunca tendría que haber salido.

A pesar de las evidencias, los negacionistas radicales como usted continúan sin reconocer la existencia de la violencia de género y de la violencia vicaria. Lástima que la “Ciencia” no haya descubierto todavía una vacuna contra este “virus” pandémico.