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Francisco García.

Billete de vuelta

Francisco García

Planchar la camisa o la oreja

Por hacer caso al Gobierno y sus recomendaciones para aflojar la tarifa eléctrica, a Margarito Esquivias, soltero y sin compromiso, la lavadora casi se le mete la pasada noche en la cama. Programó el electrodoméstico a las dos de la madrugada sin caer en la cuenta de que se le habían aflojado los tornillos de anclaje, de tal manera que en pleno centrifugado el aparato comenzó a moverse a la velocidad de la luz y acabó a trote en el dormitorio, como una aparición en fase REM energética. Despertó sobresaltado y sin tiempo de reponerse de la impresión escuchó que alguien aporreaba la puerta de su pequeño piso en alquiler: era el hijo pequeño de los vecinos, que estaba de botellón con tres amigos y se quejaba del estruendo infernal de la lavadora. “Ya no puede uno festejar sin ruidos”, se quejó el mozalbete, cuyo discurso crítico, con una litrona en la mano, sonó amenazante.

Le pareció que a un Gobierno en permanente apagón no se le podía encender la bombilla de las ideas brillantes más que para alumbrar ocurrencias.

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Desvelado y sin capacidad inmediata de planchar la oreja, a Margarito Esquivias le dio por encomendarse a la plancha, que dice la ministra más renovable del gabinete que enderezar la arruga a las camisas es ejercicio doméstico más caro cuando se realiza a partir de la primera luz del día. Pero el planchado se vuelve ejercicio dificultoso cuando se acomete a oscuras, así que tuvo que encender la luz del salón. Como la noche era tórrida, el calor de la plancha le provocó sudores, de manera que tuvo que accionar el mando a distancia del aire acondicionado para paliar el efecto de los sofocos. O sea, que planchar de noche acarrea otros gastos eléctricos. Para mantenerse despierto enchufó la cafetera eléctrica y tomó en breve intervalo dos cápsulas de Nespresso, haciéndole un flaco favor a su tratamiento contra la hipertensión. Le pareció que a un Gobierno en permanente apagón no se le podía encender la bombilla de las ideas brillantes más que para alumbrar ocurrencias.

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