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Ánxel Vence.

crónicas galantes

Ánxel Vence

Calambrazo antes de medianoche

Con el eficaz asesoramiento de antiguos presidentes y exministros del Gobierno, las compañías eléctricas acaban de darnos un calambrazo en el bolsillo del que tendremos noticia en la próxima factura. Son privilegios vagamente divinos de quienes tienen la potestad de decir, como en el Génesis: “Hágase la luz”, para cobrarla a continuación.

Felizmente, los dioses de la luz aprietan, pero no ahogan del todo a sus siervos. Quien quiera librarse del subidón no tiene más que poner la lavadora a partir de la medianoche, que es hora de meigas en las que las eléctricas ejercen sus brujerías. Entre las doce y las siete de la mañana, el precio del fluido será más o menos la mitad que en las llamadas “horas punta”, por más que estas coincidan –casualmente, como es natural– con las de mayor consumo.

Infelizmente, aquellos que no tengan el hábito de trasnochar en casa deberán resignarse a una crecida de entre el 20 y el 50 por ciento en el coste de la ya cuantiosa factura que abonaban hasta la llegada del nuevo sistema de tarificación.

Si descifrar el recibo de la luz era tarea reservada a expertos en jeroglíficos, mucho es de temer que a partir de ahora entre directamente en el terreno de la Cábala. Solo un avezado egiptólogo estará en condiciones de discernir entre el precio cargado a las horas “valle”, a las “llanas” y a las “puntas”.

Estos novedosos conceptos se unen a los peajes, los impuestos, las subvenciones a las energías renovables, el precio de la distribución y otras garambainas que parecen más propias de las ciencias ocultas que de una mera transacción comercial.

Si descifrar el recibo de la luz era para expertos en jeroglíficos, ahora entra en el terreno de la Cábala

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No es de extrañar que, años atrás, todo un presidente de la Comisión Nacional de la Competencia admitiese que “no hay quien entienda” el recibo de la luz. Consciente de ello, el Gobierno ha decidido oscurecerlo un poco más, quizá con el propósito de que la gente se olvide de que le han vuelto a subir la factura.

Todo esto tiene su lógica si se hace cuenta de que la electricidad es un fluido enigmático e inasible que no se puede tocar so pena de recibir un calambrazo. De ahí que la factura sea igualmente un papel incomprensible como cualquier otro arcano. Lo único seguro es que nos va a electrocutar la cuenta corriente.

Misteriosa como el propio fluido eléctrico, la constante subida de precios de la energía que este mes alcanzará su cenit obedece al llamado “déficit tarifario”, es decir: a la diferencia entre el coste de producción de un kilovatio y la tasa que las compañías facturan a sus clientes. Más que un experto, necesitaríamos un sabio de la talla de Einstein para obtener una cabal explicación de lo que eso significa.

Lo único claro en este oscuro asunto es que la luz traída por el Altísimo la administran terrenalmente las compañías eléctricas, que se ocupan de cobrársela cada vez más cara a los usuarios con la venia de los gobernantes. Quizá influya el hecho, no infrecuente, de que expresidentes y exministros pasen a ocupar cargos de asesores en esas empresas una vez que dejan el Gobierno; pero tampoco hay que malpensar.

Resignados a que nos sienten en la silla eléctrica, solo nos queda esperar a la medianoche si queremos evitar, en parte, el calambrazo. Primero nos ponen toque de queda y luego nos obligan a trasnochar. No hay quien entienda a esta gente.

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