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Luis M. Alonso.

Sol y sombra

Luis M. Alonso

El tacto y la diplomacia

La diplomacia, como alguien dijo en alguna ocasión, te saca de problemas en los que el tacto hubiera evitado meterte. En el caso de Marruecos puede que haya fallado el tacto pero también el diálogo exterior con un vecino intempestivo al que ya deberíamos conocer. Sabemos cómo se las gasta desde la Marcha Verde, la invasión de Perejil y las sucesivas crisis migratorias en la frontera sur; cómo maneja a sus más desfavorecidos súbditos para lograr los fines que se propone o responder frente a un supuesto agravio español. La vieja expresión “hay moros en la costa”, que ahora combaten los inquisidores del lenguaje y de la corrección política, no es otra cosa que la definición de la alerta sobre una amenaza real. Esa amenaza se traduce ahora, como otras veces, en las presiones por parte de una oleada humana de seres perdidos y sin horizontes manejados a su antojo por la Policía marroquí, que los animó a atravesar la valla asegurándoles que la “frontera del bienestar” se encontraba abierta. Mohamed VI, al igual que su padre, sabe cómo mover los hilos de la desesperación en beneficio propio.

La vieja expresión ‘hay moros en la costa’ no es otra cosa que la definición de la alerta sobre una amenaza real

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Probablemente no hubo tacto al acoger al líder del Frente Polisario bajo identidad falsa, pensando que la policía alauita es tonta. Si colabora con la española en la detección de células yihadistas no le puede suponer mayor problema enterarse de que el terrorista polisario más buscado está internado en un hospital de Logroño. Digo que el tacto brilló por su ausencia pero la diplomacia española se ha encargado durante todo este tiempo de no enmendar los errores para propiciar el entendimiento con el vecino del Sur y así evitar sus reacciones airadas en la frontera siempre conflictiva de África.

Ahora, tenemos un problema más que sumar a los de este país en cuanto a la integridad territorial. En esta ocasión, afecta a la solvencia española con respecto a sus socios europeos. No digo ya a la atemorizada población ceutí.

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