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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La reordenación

A la vista del informe del Banco de España que acaba de publicar este periódico, no debería reducirse la cuestión de la ordenación territorial vigente a un asunto menor. Afirma esa entidad que más de tres mil municipios están en riesgo de desaparición por incapacidad económica derivada de la ausencia de pobladores. Cuarenta de ellos son gallegos, dato que debiera reactivar el asunto de la crisis demográfica, sus consecuencias actuales y las aún más graves que se anuncian.

Resumiendo mucho, será preciso impulsar una reordenación territorial: es inútil que quienes deberían estar ya estudiando las medidas pertinentes para hacer frente a los cambios que vienen se dediquen a teorías futuristas que más parecen un simple escaqueo.Y que confunden la necesidad de programar a largo plazo –aplicando las que tantas veces se han llamado “luces largas”– con tesis futuristas más propias de la ficción que de la ciencia sea para 2050 ó el año 3000.

Conste que cuando se habla de reordenación y de crisis poblacional, resulta obvia una referencia a la reducción de municipios –por la vía de la fusión o cualquiera otra que se convenga, pero que implique además un ahorro imprescindible de recursos. Y la desaparición de instituciones obsoletas o inútiles en un modelo de Estado autonómico –o federal: casi tanto monta, monta tanto– como las diputaciones.

E incluso una vuelta al espíritu original de la Constitución, antes del “café para todos” de Clavero Arévalo. Porque esa reordenación no puede desvincularse del ya citado espíritu de ahorro, perdido en una absurda escalada competencial que poco o nada tiene que ver con las diferencias auténtivas que aquí existen, las más de las veces originadas por la supremacía económica y/o política que aquí existe y que no distingue color y que enfrenta a las comunidades.

Ayer mismo este periódico destacaba la intención de Portugal de conectar por ferrocarril todos los municipios de más de veinte mil habitantes: Galicia, por ejemplo, carece de una red moderna de cercanías, con el consiguiente gasto de recursos a la hora de comunicar y comunicarse. No se trata de comparar modelos ni países: sólo entre políticas realmente posibles y necesarias y las que lo son menos. Para, a partir de eso, dar a cada uno lo que le corresponde.

¿No?

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