Fue una desgraciada casualidad, pero mientras en Gran Bretaña se celebraba con gran elegancia y con el respeto popular, el funeral por el duque de Edimburgo, Colau se apresuraba a desterrar a martillazos los vestigios de Don Juan Carlos de las calles de Barcelona.

Mientras los republicanos españoles se jactan de derribar estatuas, quitar placas, desposeer de distinciones y aprovechar para denigrar a la monarquía como si con eso se solucionaran los problemas políticos de una nación y como si la república fuera la panacea, los británicos respetan y honran sus símbolos y, por supuesto, “aprovechan” al máximo las ventajas de un sistema que les da estabilidad, prestigio y garantías de una vida política ordenada. No se trata de profesar unas u otras ideas, se trata de acatar una forma de estado que está perfectamente respaldada en nuestra Constitución, por encima de conductas personales que merecen toda la reprobación, pero que no deben confundirse con lo que es y representa la esencia de la monarquía.