Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Santiago Lago Peñas.

Reflexiones políticas

No tengo datos demoscópicos, pero de mis conversaciones con colegas y amigos infiero que un número creciente de ciudadanos estamos sorprendidos con lo que estamos viendo en las arenas políticas, a todos los niveles de gobierno. Y digo sorprende, no disgusta. Lo segundo a mí también, pero de gustibus non est disputandum.

Sorprende por un triple motivo. Primero, porque es difícil de concebir que un gobierno se equivoque en todo. Lo normal, lo que le pasa al común de los mortales es que, a veces, acierta y, a veces, se equivoca. En grado diverso, sin duda. Pero todos atinamos alguna vez. Cuando la oposición se empeña en pintarlo todo negro, pierde credibilidad y envuelve el mundo que nos rodea en una suerte de niebla que impide que los ciudadanos discriminen entre lo que realmente se está haciendo mal y lo que va razonablemente bien; entre lo que exige esfuerzos colectivos y lo que podemos soslayar. Porque nadie es capaz de atender a todo al mismo tiempo.

Segundo, porque la actividad política no puede adoptar las formas de las discusiones tabernarias. Si los mensajes de los políticos son una sucesión incontenida de chascarrillos, insultos y salidas de tono, es imposible que nuestros representantes se conviertan en líderes motivadores y con capacidad de impulsar la reforma y la transformación. Más bien, acaban convirtiéndose, a ojos de un buen número de ciudadanos, en monigotes, tahúres o payasos a los que uno no confiaría nada importante; desde luego, no su vida y su futuro.

Tercero, porque necesitamos parlamentos, plenos municipales, congreso y senado para resolver problemas, para alcanzar consensos, para ayudar a mejorar el bienestar social. Es verdad que lo anterior exige personas con perspectiva y formación, con empatía y capacidad de negociar. Sin duda, los escaños que respaldan a cada fuerza política deberían determinar que una solución final se acerque más a lo que plantean unos u otros. Pero hay que ir a esas cámaras con vocación de llegar a acuerdos y pactos, de que la sociedad prospere; no con la determinación de poner piedras y frenar todo lo que sea para dañar al gobierno de turno, cuando éste no es el de uno.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

Compartir el artículo

stats