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Tribuna LIBRE

Mucho más que un inmueble

Vaya por delante que cualquier reflexión sobre el convento de Santa Clara de Pontevedra debemos hacerla partiendo de la base de que estamos probablemente hablando de la institución más antigua de esta localidad. Porque no deberíamos olvidar que las Clarisas se habrían instalado junto a la ribera del río Lérez en el siglo XIII y desde esa época habrían estado prácticamente presentes sin interrupción en toda la Historia de la población hasta nuestros días. Precisamente su presencia medieval y el posterior desarrollo conventual habrán coadyuvado para subrayar expresamente el papel de núcleo urbano de lo que un día fue villa y hoy dicen que es una ciudad.

Lamentablemente en nuestro tiempo, el vecindario pontevedrés es mudo testigo del fin de una unión de varios siglos. A mayores, precisamente hace algo más de un trienio que la última abadesa de Santa Clara se lamentaba del poco interés que la sociedad pontevedresa mostraba por salvar su convento a sabiendas de la difícil coyuntura social de nuestra época. Así que ahora es a esa misma sociedad a la que le toca gestionar el cierre de esa etapa espiritual. Y si bien poco se puede hacer por recuperar el patrimonio inmaterial ligado a esa fábrica, como lo de ofertar los huevos para implorar buen tiempo, sí que toca actuar sobre todos los aspectos materiales.

Porque esa gestión de “desmontaje” que ahora se inicia, entendemos que debe estar presidida al menos por dos grandes líneas. La primera es la de reconocer que ante todo estamos ante una labor de conservación de nuestro patrimonio cultural heredado y no de una mera operación urbanística gestionada entre dos agentes inmobiliarios tal como se puede entrever por parte de nuestros dirigentes locales.

Así que al menos deberían quedar meridiana y contundentemente claros extremos, a modo de inventario, como que va a ser del patrimonio documental custodiado bajo aquellos antiguos muros, tal sería el caso de los manuscritos, foros, censos, libros de contabilidad... Que va a pasar también con todos los ornamentos ya sean piezas de orfebrería, textiles o mobiliario litúrgico atesorados durante tantos siglos y que estaban vinculados de un modo indubitado a ese cenobio. Que será de toda la imaginería religiosa, mucha de la cual formaba parte del patrimonio devocional y aun procesional de la ciudad. Que será de las reliquias, exvotos, relieves, rejerías, campanas- más todos los fondos desconocidos que puedan aparecer - también vinculado con, para nuestros dirigentes, una mera parcela catastral. Que será de los retablos, esas máquinas artísticas, una de ellas joya del estilo churrigueresco, que un día se tallaron y se armaron ex profeso para la iglesia ojival de las clarisas y que precisamente es en ese espacio donde desarrollan toda su potencia cultural. Qué será de la bella tabla de pincel de la Virgen de los Desamparados. En fin, que será del antiguo órgano que un día solemnizaba las funciones en aquel templo. Porque no deberíamos olvidar que si las Clarisas son propietarias de esos elementos es porque durante ocho siglos múltiples generaciones de humildes pontevedreses destinaron parte de sus esfuerzos a engrandecer el convento como obra colectiva material y espiritual, por eso ahora también serían sus descendientes los obligados a tutelar este proceso.

Y ya en segundo lugar, la otra línea que igualmente debería ser diáfana en la tesitura actual es la de aclarar los posibles usos que se le dará al enorme inmueble en cuestión compuesto de varias dependencias conventuales, como iglesia, huerta, cementerio, claustros…Que se nos diga al menos con cierta concreción si haremos un museo de arte sacro, una sala de exposiciones, un auditorio... Nada sería más ventajoso para el futuro del edificio y la verdadera conservación de su patrimonio vinculado, que prefijar de antemano y minuciosamente las posibles funciones de esos espacios sin esperar a que eso se acuerde entre palmadas de Administraciones y partes implicadas.

En fin somos de los que creemos, por lo poco que ha trascendido a la opinión pública, y después de leer desdichadas declaraciones de desalmados chamarileros, que si este importantísimo asunto no se gestiona con la prudencia y contundencia a la que hemos hecho mención, estaremos condenados en Pontevedra a revivir una catástrofe patrimonial solo comparable con el proceso de las desamortizaciones del cada vez más lejano siglo XIX.

(*) Leoncio Feijoo Lamas es investigador y autor de varios libros sobre la historia de la ciudad.

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