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Escribo estas líneas un día antes de la jornada electoral en Madrid. La campaña ha confirmado la percepción del progresivo y general empobrecimiento del debate político. El caso de la comunidad madrileña ha marcado, en todo caso, un hito en el despeñadero al que se ha arrojado la política entendida como la voluntad de abordar, desde la razón de lo posible y las mutuas renuncias, la solución a los problemas comunes.

Tuvo razón Ángel Gabilondo cuando calificó de punto de inflexión el abandono del debate entre candidatos en la SER. Lo fue, aunque por razones distintas a las por él esgrimidas, y muy a su costa, pase lo que tenga que pasar el martes 4 de mayo. Aquel día, Gabilondo, Mónica García y Edmundo Bal, perdieron la oportunidad de zafarse de la fatal maquinaria de desmembramiento activada desde los extremos sobre ellos mismos y la propia campaña. Delimitar el espacio del debate público electoral con las líneas rojas del comunismo o el fascismo hacía imposible construir el espacio del debate de los problemas concretos de los ciudadanos madrileños y de paso, aunque no menos decisiva, la aniquilación de una alternativa política al frentismo de bloques.

La pulsión más radical de la derecha -no solo la que vota a Vox- y de la izquierda -no solo la que lo hace a UP-, han conseguido el desmembramiento de un espacio político alternativo para Más Madrid, PSOE y Cs

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Las amenazas sufridas por el candidato Iglesias merecían la condena más rotunda y expresa, pero los testimonios de los momentos anteriores al debate hablan de una decisión de abandono previamente adoptada de la que no se puede excluir ni el cálculo oportunista de conseguir la esperada reacción de la candidata de Vox ni el gusto por la teatralización en Iglesias. Un punto de inflexión, sí, pero no el que pensaba, ni hubiera deseado el candidato Gabilondo si en lugar de dejarse arrastrar por el desconcierto hubiera confiado en su propio buen sentido, filosófico y político.

La pulsión más radical de la derecha -no solo la que vota a Vox- y de la izquierda -no solo la que lo hace a Unidas Podemos-, han conseguido el desmembramiento de un espacio político alternativo para Más Madrid, PSOE y Ciudadanos, así como de los valores que les son propios a su cultura política. Pierden la moderación y la transversalidad de los espacios políticos. Quedan para el futuro los altos muros de la incomprensión y aún de la hostilidad. ¿Serán estos los valores del madrileñismo

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