La pandemia COVID se convirtió en el negocio del siglo; una ventana hacia una supuesta tercera guerra mundial asimétrica que acarrea millones de muertos y que muchos no pueden velar por lo acelerado de su entierro o cremación.

Con este virus, lo que predomina es la aniquilación de la humanidad y de buena parte de lo que la misma ha construido con esfuerzo y sacrificio. Da la impresión de que reabrieron la caja de pandora y la esperanza quedó nuevamente atrapada en ella.

¿Pero, cuál es el saldo? Primordialmente, muerte de nuestros adultos mayores, negocios destruidos, ansiedad y depresión producto del encierro colectivo impulsado por los de diferentes países ante una pandemia que ya se encuentra presente y llegó para quedarse. Pero; ¿quién pierde y quién gana?

Pierde, principalmente la hostelería y el pequeño y mediano empresario que no pueda como el Ave Fénix, levantarse de entre las cenizas. También pierden los gobiernos de turno pues ven mermado su producto interno bruto y al mismo tiempo, los que tienen reservas, deben echarles mano para reavivar una economía sabiendo que esa emisión de dinero inorgánico generada es una inflación y un déficit a futuro.

Ganan; las grandes empresas farmacéuticas, las nuevas plataformas de TV por suscripción, los juegos de entretenimiento masivos, los que venden productos que permitan evitar el contagio como desinfectantes, mascarillas, y por otro lado, cualquier tipo de medicamento que pueda paliar la enfermedad de aquellas personas que presentan síntomas. También los que tengan la oportunidad de echarle mano a los fondos de reconstrucción sin una respectiva auditoría que permita repartir con justicia entre los más afligidos.

Sobre el COVID no podemos demostrar quién soltó el virus, si fue creado por el hombre o fue impuesto por la naturaleza para autorregularse. Lo que sí sabemos es que vino para quedarse, que muta, que se propaga a la velocidad de la luz y que se ha convertido en una especie de plaga mundial con la intención de borrar de este mundo a los menos aptos como decía Darwin. Dicen que las crisis te destruyen o fortalecen; en este sentido, cada quien recibirá lo suyo en función de su diligencia política y en atención a la capacidad de resiliencia con la que cuente.

Pero no todo es oscuridad, siempre hay una luz en las sombras; y sobre esto hay que mencionar ciertos logros como el avance en materia laboral a través del teletrabajo, la aceleración de la inteligencia artificial; y por encima de todo lo anterior, la humildad con que los médicos y los trabajadores sociosanitarios, que con herramientas o sin ellas, se encuentran en el medio y actúan como árbitros parciales a favor de la “vida”, en esa lucha constante contra la muerte. A ellos debemos agradecerles porque han demostrado mística y dedicación sabiendo que ponen sus propias vidas en peligro. “Ave a los Médicos y a los Trabajadores Socio Sanitarios”; sin ustedes, se perdería esa esperanza que aún queda escondida en el fondo de esa caja.