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Santiago Lago Peñas.

COVID-19 y el futuro de nuestras ciudades

Existe una preocupación creciente sobre el impacto de largo plazo que puede ejercer la pandemia sobre las ciudades. Con razón. El futuro de los centros urbanos dependerá de dos tendencias que han venido para quedarse, el teletrabajo y el comercio electrónico.

Partamos de que no todas las ciudades son similares, ni en tamaño ni en especialización; y asumamos que no está claro todavía la combinación final que se imponga entre el teletrabajo y el presencial y entre las compras online y en establecimientos comerciales. Porque sabemos que el contacto cara a cara es la mejor forma de comunicación y que muchas personas disfrutan de ir de compras. En consecuencia, asumamos que el análisis que sigue es solo cualitativo y tentativo.

Más teletrabajo supone menos movilidad diaria y por tanto menos uso de infraestructuras y servicios públicos de transporte, incluidos taxis y VTC. La distancia al trabajo físico, al que se seguirá yendo con mayor o menor frecuencia, pierde relevancia; lo que incentiva la mudanza en busca de más espacio y menores precios a áreas periurbanas, o incluso rurales si una conexión fiable de altas prestaciones está disponible. Las empresas pasan a necesitar menos espacio para oficinas; los servicios de restauración pierden clientes que dejan de ir al centro de trabajo varios días a la semana. Por su parte, más comercio electrónico y operativa digital supone menos cuota de mercado para establecimientos comerciales en el centro de las ciudades, que pierden interés en locales. Entidades financieras y cadenas de ropa seguirán cerrando oficinas y tiendas; a lo que se suma el declive del pequeño comercio.

Ciudades que pierden base fiscal, población e ingresos públicos, pero que mantienen costes estructurales, acaban generando un círculo vicioso difícil de detener. La experiencia de Detroit en Estados Unidos o de Ferrol en Galicia son casos extremos, pero que sirven de espejo donde mirarse.

El escenario anterior, sombrío, no es desde luego el único posible, si las ciudades se reinventan y son capaces de ofrecer más motivos para quedarse en ellas, para pasar más tiempo de ocio, para encontrar nuevas actividades que ocupen los vacíos que dejan los cierres, que ofrezcan experiencias con las que el mundo virtual no puede competir.

Es imprescindible que las Agendas urbanas 2030 hoy en definición se ajusten a la aceleración de los procesos espoleados por la pandemia y las posibilidades tecnológicas.

*Director de Gen (Universidade de Vigo) y del Foro Económico de Galicia

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