Ver, escuchar, pensar y expresarse sin creer en que aciertas coordina de modo interesante el rumbo que desees por emprender. Si, además, a lo largo del itinerario te educas fehacientemente con el fin de disponer de un buen nivel para corregir los errores que cometas en cada caída podrás incluso atravesar cualquier pandemia cruel o bárbara social a mar abierto.

Aprender todo aquello que te enseña el paisaje diario, turbio o diáfano, ayuda a mejorar el entorno donde vives, descartando de esa manera que gentes o territorios se conviertan en ruido o hitos oponentes. Es valioso, pues, descartar ese amago de zaherir o impedir aquel capítulo incipiente de cada paso o decisión que des o afrontes, sobre todo si la finalidad que buscas es rechazar cualquier tipo de maldad o violencia.

Por tanto, es fundamental o notable rechazar cualquier conflicto a fin de convertirlo en un mero problema que por grave que sea siempre puede solventarse, dado que un conflicto genera odio, crispación y sin ser ajena la violencia o la muerte.

Se echa pues de menos que nuestra clase política no convierta su gestión en un mero tobogán donde solo asciende su egoísmo y baja el interés por solventar los verdaderos problemas sociales que suscitan y exigen inmediato consenso.