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José María de Loma.

De vacaciones en Netflix

Quién no desearía trabajar en Netflix, sobre todo cuando se entere de que ni los trabajadores ni sus jefes controlan las vacaciones que se toman los empleados. Cada uno decide en qué momento necesita un día, una semana o un mes de descanso. No tienen que dar explicaciones, y la plataforma considera que se ha beneficiado de esta laxitud. A cambio, porque nada sale gratis, la empresa despide anualmente a uno de cada doce integrantes de su plantilla, un porcentaje de depuración que seguramente obliga a replantearse la urgencia de cogerse unos días de asueto.

El factótum de Netflix ha resumido el espíritu de su gestión en Aquí no hay reglas. El libro disparará de nuevo las ansias de incorporarse a la empresa, porque uno de los principios seguidos a rajatabla por Reed Hastings consiste “en proponer sueldos muy por encima del mercado”. A cambio, que nadie espere un ambiente familiar, la imagen romanticona más manoseada por los gurús del management y despreciada en una plataforma que funciona con el espíritu de una plantilla de deportistas profesionales.

La empresa despide al año a uno de cada doce integrantes de su plantilla, depuración que obliga a replantearse la urgencia de los días de asueto

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Los trabajadores de Netflix no solo tienen el derecho, sino también la obligación, de llevar la contraria a sus jefes. Cuando uno de sus subordinados olvidó esta cláusula y escogió la adulación, Hastings le reprendió recordándole que “tu trabajo no es tomar la decisión que contará con mi aprobación, no estás autorizado a dejarme estrellar esta empresa contra un muro”. Un entorno pétreo, un recordatorio de que el trabajo es un lujo porque sobran empleados y siempre faltan espectadores de Netflix, que deberían cobrar según se está demostrando en la ruina del fútbol a estadio vacío. Y quienes consideren excesivo el aparcamiento de “los protocolos humanos de la cortesía”, tienen derecho a discrepar, siempre que sean ejecutivos que han disparado la cotización de sus empresas de uno a quinientos euros por acción.

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