Nadie puede predecir cómo van a ser los años veinte que nos ha tocado vivir, pero si se busca el precedente del anterior siglo hay que convenir que fue de integración. También venían precedidos de una gran pandemia, la gripe española que se prolongó tres años y dejó centenares de muertos en la comarca.
La sociedad viguesa, que se caracteriza por el individualismo, según han analizado solventes intérpretes, viró en sentido contrario, con la intención de sumar.
El individualismo creativo ha construido el Vigo en el que vivimos y no restó un ápice a la solidaridad, que es otra de sus características, como demuestra el escudo de la ciudad que luce la leyenda de “siempre benéfica”. Es el resultado de la vertiente integradora.
El ejemplo más conocido es la fusión de los dos equipos de fútbol, entonces representativos, el Vigo y el Fortuna, que dio como resultado el Real Club Celta.
Aquella fusión fue un gesto de viguismo de primera, en la que ambas aficiones, enfrentadas en el campo, renunciaron a su pasión, y en un rasgo de generosidad se diluyeron para concertarse en otra entidad superior. Por eso Vigo tiene un gran club que no solo une a los vigueses sino a multitud de gallegos en un sentimiento común que no compartirían si no se hubieran integrado.
Otra fusión importante, de las varias que se produjeron en la década, fue la que dio lugar a la aparición del periódico “El Pueblo Gallego”, nacido de su convergencia con otro antiguo diario, “La Concordia”. Fue fundado por la Liga de Defensores de Vigo, en la que ejercía las funciones de presidente Miguel Fernández Lema, propietario de “La Concordia”, que convocó la asamblea en la que se creó la Editorial Vigo, promotora de “El Pueblo Gallego”, que cuatro años más tarde adquirió Portela Valladares. Fue también una fusión dolorosa en los orígenes para los lectores del anterior periódico, pero la modernidad que aportaba “El Pueblo” trajo nuevos aires a la ciudad.
Pero la más ambiciosa de las propuestas de fusión que se produjeron, y también más desconocida, es la que se intentó hace ahora un siglo, de las sociedades culturales y recreativas más importantes de la ciudad. Donde se desarrollaba el grueso de la vida cultural y social y las más influyentes por el prestigio de sus miembros.
Se reunieron en el Ayuntamiento, con el alcalde Maestú Novoa, los presidentes del Ateneo, la Filarmónica, la Tertulia, el Casino y el Gimnasio.
El objeto era cambiar impresiones con el propósito de llegar a un acuerdo para construir un edificio, en el cual estuvieran domiciliadas las referidas entidades, aunque manteniendo la independencia necesaria.
En la reunión llegó a hablarse de la fusión de las tres sociedades más elitistas, Tertulia, Casino y Gimnasio. Incluso se nombró una comisión que realizase los trabajos para la fusión.
Fue un intento encomiable, pero frustrado. Entre otras razones porque los egos de las sociedades prefirieron mantener las respectivas sedes, a pesar de los costes, a agruparse en un edificio común que los hubiera abaratado y aportado patrimonio.
"Aún no se intuye cómo serán los presentes años veinte, aunque cabe esperar que también sean intensos, ojalá creativos y resulten, como los del pasado siglo, los más vistosos de toda la centuria"
Las tres sociedades recreativas se fueron extinguiendo en su individualidad con el paso del tiempo y los nuevos estilos de vida. Hoy, solo sobrevive la Filarmónica, y el Ateneo recreado.
Pero queda el ejemplo del intento de fusión, que recuerda lo que ocurrió en aquella época en que los vigueses quisieron sobreponerse al individualismo y aportar su cuota de colaboración e integración en beneficio de la ciudad.
Un propósito que, en términos generales, sigue pendiente, y ojalá se concretara en la actualidad para superar las diferencias de apreciación que tanto detonan, aunque haya menos que coincidencias, pero al manifestarse con tanta explosividad, da la sensación de que entre los rivales existe un abismo, no una disparidad semántica. Lo que se traduce en una merma, cuando lo que Vigo necesita es sumar. La convergencia ayuda a conseguir mejores resultados, sea con los propios o con los extraños.
Por el arranque de la década, y sobre todo por la pandemia, aún no se intuye cómo serán los presentes años veinte, aunque cabe esperar que también sean intensos, ojalá creativos y resulten, como los del pasado siglo, los más vistosos de toda la centuria. Ojalá reviva el propósito fusionista, que fraguó en el Celta, aunque fracasó cuando las principales sociedades quisieron construir una sede común. Es la parte integradora de la sociedad viguesa que no es incompatible con el individualismo. Aunque son conceptos contrarios, en la práctica podrían no serlo cuando el singular no se enfrenta al colectivo.