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Marta Gándara

Dormir juntos

Decía Jean Seberg en “Al final de la escapada”, que se dice dormir juntos pero que en realidad es imposible, porque dormir es una acción individual. Lo recordaba ayer, leyendo los titulares sobre la alta probabilidad de que la Xunta endurezca las medidas a la vista de los últimos contagios, porque también eso me parecía imposible. La verdad es que acabo de salir de un confinamiento familiar de diez días, así que las palabras de la Xunta, a mi vida, ya le dicen poco.

El primer día de nuestro aislamiento, procuré con todo mi empeño, que los ánimos de mis tres hijos adolescentes no se desplomasen, y sobre todo, que sus niveles de enfado con el mundo, de por sí altísimos, no alcanzasen un tope que hiciera la convivencia más imposible aún que “dormir juntos”. Sin embargo, en la adolescencia, la alegría de los adultos suele ser percibida como una agresión, como un hate a su inteligencia.

Así que mis intentos de sacar lo bueno de esa situación chocaron frontalmente con esta realidad: ¡Mamá, tú estás contenta porque nosotros somos tu prioridad, pero como comprenderás, vosotros no sois la mía! Sin pensarlo dos segundos le contesté burlonamente lo propio; ¿en serio?, jamás lo hubiera imaginado.

Me habría gustado contestarle otra cosa, decirle que era la persona que había hecho que mi vida diera un salto mortal, que él seguía siendo él para mí; aquel niño rubio lleno de risas al que solo le importaba jugar, aquel que nunca quería estar solo en su habitación. Pero no lo hice, son esas cosas que no decimos en alto porque el silencio suena mejor, porque solo en silencio se entienden.

Además, pensándolo bien, su frase es un acierto para mi vida. Por un lado, percibe en mi comportamiento que los priorizo a ellos, lo cual me parece el mejor de los halagos; y por otro lado, dice que no soy su prioridad, cuestión bastante lógica y sana a los 17.

Y lo de dormir, la verdad es que me da igual, quizá no se pueda “juntos” pero yo recuerdo perfectamente todas las noches que dormí con ellos.

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