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Juan Gaitán

Resistiendo

Hago lo que puedo por no hundirme definitivamente en este estado de incertidumbre en el que vivimos

De las formas no personales del verbo el gerundio es la que tiene mayor rotundidad. Es famosa aquella anécdota de Camilo José Cela en la que señalaba la diferencia entre participio (con su poquito de pasividad) y gerundio (con su mucho de energía), pues “no es igual estar jodido que estar jodiendo”. Siempre tuvo el gerundio, por otro lado, mala fama entre los poetas, que no terminan de encontrar comodidades a su uso. Solo el inmenso Garcilaso lo hizo excelsamente en su pie quebrado: “cómo se viene la muerte/ tan callando”.

Todo esto a colación de un gerundio que se me ha hecho fértil poco a poco en la boca desde hace ya más de un año, cuando ante la pregunta “¿cómo estás?” empecé a responder: “resistiendo”. No sé si fue antes o después (puede que simultáneamente) de aquella efervescencia en los balcones del “Resistiré” del Dúo Dinámico, tras los aplausos de las ocho, todo eso ya tan olvidado. Pero yo he seguido con el gerundio entre los labios, señalando con él que hago lo que puedo por no hundirme definitivamente en este estado de incertidumbre en el que vivimos.

El problema es que cualquiera tiene acceso al altavoz, internet y las redes sociales han hecho tabla rasa

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No deja de ser una desgraciada paradoja que hayamos llegado a la era de la información con un nivel tan bajo de formación. Si alguna vez anduvimos faltos de criterio, de sentido crítico de las cosas, es en este tiempo, precisamente cuando más falta nos hacía. Saber discernir entre informaciones, opiniones, chismes y patrañas es esencial, pero nos pilla con el paso cambiado. El problema es que cualquiera tiene acceso al altavoz, internet y las redes sociales han hecho tabla rasa. Como en el viejo tango de Santos Discépolo, “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor (…) En un mismo lodo todos ‘manoseaos’”.

Cansados de contar los muertos por centenares, de pronto aparecieron unos (en número ínfimo) casos de trombosis que ha animado mucho al personal. Aproximándonos a las teorías conspiranoicas, imbuidos todos del que podríamos llamar “espíritu Bosé”, nos hemos puesto en alerta y a nadie le importa ya que los gobiernos hayan demostrado ser casi criminalmente ineficaces a la hora de gestionar la vacunación de una población que sigue muriendo de COVID, y vemos, unos con estupor, otros aplaudiendo, cómo la gente se niega a ser vacunada, prefiriendo absurdamente el alto riesgo del contagio que el bajísimo peligro del coágulo.

Una vez más se ha demostrado que es más veloz el miedo que la esperanza y que la estupidez no suele tener marcha atrás.

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