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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las fechorías

A estas alturas, consumada la fechoría que contra el sector del naval vigués en su conjunto, y en particular para el astillero de Barreras, han perpetrado “Ritz”, el Fondo que tiene detrás y los gestores del astillero –con el señor Protero como cabeza visible- parece llegado el momento de exigir una reacción. Al menos en un doble sentido: el primero, para reclamar las posibles responsabilidades por su actuación, como mínimo opaca, que llevaron a cabo desde el principio hasta el esperpéntico final –que ya se verá si lo es– de llevarse a Santander bajo pretexto al famoso megayate para prevenir posibles reacciones de los afectados.

Se emplea el término “fechoría” en el peor de sus significados literales –excluido el aspecto administrativo y/o penal, que de eso se encargarán, si ha lugar, los asesores que la santa iglesia laboral tiene para estos casos– porque encaja en todo el proceso que, prácticamente desde el principio, han seguido los responsables de la operación. Que, mientras siguen reclamando con supina desfachatez ayudas públicas sin un mínimo nivel de garantías –ni para la SEPI, que es el Estado, ni para la Xunta–, se llevan su “tesoro” a otra comunidad quizá para ver si la pillan distraída. Es poco probable, pero nunca se sabe con los que juegan sin reglas.

En este punto, y tal como recuerda el refrán –“no hay mal que por bien no venga”– procede reiterar sin más demora una segunda línea de acción que el sector naval necesita desde hace tiempo y que, como al arpa de Bécquer, aún no halló la mano que sepa tocarla: un proyecto que impida volver a la casilla de salida cada vez que surge un problema serio. Ahora hay una ocasión: encajar en los Fondos Europeos un Plan Estratégico para el Naval diseñado cara el futuro, que garantice la continuidad del sector con el aprovechamiento de todas sus opciones además de la construcción de buques en grada. Porque existen.

Ítem más. Ese PEN, bien elaborado, permitirá la paz laboral con el respaldo de empresarios y trabajadores y el apoyo de las demás fuerzas sociales y políticas como corresponde a la importancia del sector: vital para la mayor ciudad de Galicia y para su economía, garantizando a la actividad naval el espacio que necesite y blindándolo contra operaciones especulativas parecidas a las que en otro momento y lugar surgieron en el marco territorial gallego. Y frente a supuestos inversores que solo tratan de llevarse lo que puedan sin importarles lo que dejan atrás.

La esperpéntica “fuga” del megabuque –en principio trasladado a Cantabria para rematarlo en pintura y detalles, pero en realidad quizá para eludir responsabilidades de los gestores– es algo inaceptable. O, dicho de otro modo, un truco de tahúr para culminar la fechoría. Y puede haber otras, conste: no deben ignorarse las especulaciones, inducidas como siempre por los que predican una actitud y practican la emboscada, acerca de supuestas intenciones urbanísticas disimuladas en el fragor de la polémica sobre los astilleros y sus espacios. Y el mejor modo para espantar fantasmas es insistir en algo ya muy repetido en este periódico: el Plan Estratégico para el sector, que se constituya a la vez en salvaguarda del futuro inmediato y garante de larga vida para una actividad que forma parte de la entraña viguesa y gallega y que ha de protegerse de las actividades de los nuevos filibusteros.

¿O no...?

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