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Luis M. Alonso.

La nueva partitura de la pandemia

¿Cuánto va a durar la nueva partitura de la pandemia en el atril de nuestros maestros de la confusión? ¿Quién sabe? Desconcierta la repentina euforia frente a la prudencia cuando los casos de coronavirus repuntan y Sánchez parece decidido a seguir la corriente liberal madrileña de la inmunización por contagio, se desconoce si debido a una convicción particular plena o por mediación de Iván Redondo y con el fin de contrarrestar la crecida del desafío que protagoniza Ayuso, recurriendo a su propia estrategia. Todo es posible, aunque casi nada saludable viniendo del estado de deterioro que atraviesa la política española.

Poner la crisis sanitaria al servicio de las malas perspectivas partidistas o personales está feo. Por no decir que es algo despreciable. Descartar una nueva prórroga del Estado de Alarma, un hecho que por otro lado habrá que asumir algún día, no parece del todo responsable si antes del 9 de mayo tampoco hay un plan alternativo para limitar de modo razonado la movilidad de los ciudadanos en el caso de que la emergencia volviese a dispararse con la cuarta ola del virus. Y nadie ha dicho que exista ese plan.

Es lógico que con las vacunaciones en marcha se empiece a pensar en una flexibilización de las restricciones impuestas. Las medidas del Estado de Alarma que no han supuesto un empobrecimiento de la población han contribuido de manera terrible a minar su moral a lo largo de un año inacabable. Debido a la falta de rigor, criterio y organización con que se han aplicado, en muchos casos, los resultados no siempre las justifican.

Le han servido, eso sí, al Gobierno para tapar aspectos de su incompetencia y poder conducirse de la manera más opaca imaginable. En estos momentos, lamentablemente, ni el ritmo de las vacunas es el deseado ni en los países vecinos europeos donde se están administrando con menor lentitud que aquí se ven indicios de querer levantar apresuradamente la persiana. Más bien lo contrario.

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