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Carmen Martínez-Fortún

El cuento de la lechera

Se creía Europa que éramos todavía la élite, gente guapa, ricos, imperios coloniales, cuando de ellos solo quedan aguas fecales con residuos de virus. La UE anunció a bombo y platillo vacunas para todos –¡sobrarán!– mientras Gran Bretaña, sin pompa y circunstancia, madrugaba a la Unión en silencio y por detrás. Nuestro Gobierno montó un gran aparato de propaganda –otro más– porque en verano estaría vacunado el 70% de la población y qué a gustito en el rebaño comunitario. Y cifró en ello todas nuestras esperanzas, incluidos los viajes del Imserso, como ha hecho con los fondos europeos ahora bloqueados en Alemania, otorgados según él por la gracia de Sánchez. Sin transparencia aquí ni en Bruselas, que no se sabe qué negoció con las farmacéuticas y contempla impotente cómo se queda sin vacunas, porque estas están en EE UU, Israel, Gran Bretaña o Emiratos. Desde que se vieron obligados a mostrar contratos con páginas enteras tachadas se suceden los fiascos después de que cientos de aprovechados se vacunaran entonces, aunque el notición fuera el escándalo de las infantas.

Tres meses después y tras el inmenso cuento de la lechera contado por todos lados con grandes operaciones logísticas en cada comunidad, estadios transformados y a punto, carpas, polideportivos y hasta naves industriales, allí están los espacios y el personal, y la población ansiosa de acudir a ofrecer su brazo como corderos al matadero, entre informaciones contradictorias sobre la efectividad de algunas marcas y la imposibilidad de los expertos de asegurar que no provocan trombos.

No hay suficientes vacunas. Y en ese tiempo en España, el Gobierno, tan atento siempre al interés general, recorta cada vez más libertades y aprueba leyes en absoluto urgentes pero trascendentes como la de la eutanasia sin apenas debate, o la Relogse que Dios nos libre, intriga tres o cuatro mociones de censura, alienta una elección autonómica mientras rechaza otra y le hackean los datos del SEPE, todo adobado con una cascada de denuncias cruzadas. ¡Como para estar tranquila!

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