Lo dramático de la situación laboral en nuestro país no radica en haber superado la barrea psicológica de los cuatro millones de parados. La gravedad extrema radica en la ausencia de un plan urgente de actuación por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, más allá de eslóganes efectistas como el de que “no vamos a dejar a nadie tirado”. Por mucho que el Ejecutivo confíe a los fondos europeos la salida a la crisis, o quiera desviar la atención con la responsabilidad de las comunidades autónomas, de la banca o de los propietarios de pisos, la realidad es que España está a punto de alcanzar su máximo histórico de desempleo. Una tragedia con dimensiones personales y sociales frente a la que no se percibe una respuesta a su altura.