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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Agenda y vudú

Hay que reconocerle a la política española –y a sus protagonistas, en general– al menos un mérito: extender la tragicomedia más allá de sus límites naturales, de forma tal que ahora provoca a mucha gente la risa o el llanto, según interese al autor del argumento. Eso provoca desazón entre los espectadores, que nunca saben cuándo acaba la diversión y se inicia la turbación, pero en todo caso están entretenidos, lo que en estos tiempos de pandemia es mérito que no conviene despreciar. Incluso aunque el argumento de la obra aparezca como absurdo o reiterativo: siempre deja lugar para el susto, la carcajada, o a veces, las dos reacciones.

Hace unas pocas horas la directora general de ADIF ha promovido, como mínimo, la sonrisa –probablemente escéptica– de quienes le hayan prestado atención. Según la información de este periódico, doña Isabel comprometió para este otoño la puesta en funcionamiento del AVE Madrid-Galicia y, acaso consciente de la incredulidad de su audiencia –al menos la de aquí– añadió que ocurriría así, por fin, salvo que alguien haga vudú. Pudo ser una broma, y quizá una referencia al mal de ojo, pero olvidó que haberlo, haylo, y erró el referente: lo otro es, o eso dicen los que entienden, más propio de Haití.

La señora Pardo de Vera fue más allá, y en línea con lo que su ministro, Ábalos, le dijo al presidente de la Xunta, insistió en las promesas acerca de las conexiones ferroviarias de algunos puertos y en previsiones infraestructurales que de antiguo forman parte de la agenda gallega, pero la cosa sonó a confirmaciones de anuncios; lo malo es que las que cuentan de verdad son las que se hacen al revés: primero hablan los subordinados y después ratifica el ministro. Y teniendo en cuenta que la experiencia es la madre de la ciencia –incluida la del manejo de la memoria– el asunto no acaba de pintar del todo bien. Pero el tiempo pondrá las cosas en su sitio.

En todo caso, la dirigente de ADIF no hizo referencia a otras cuestiones que aparecen –igualmente de antiguo– en esa agenda gallega que citó su ministro. Cierto que algunas proceden de gobiernos anteriores, y aunque de acuerdo con la teoría de sucesión de Estados, adaptada, obligarían a los siguientes, no resulta probable que se incluyan al menos como prioridad. Pero Galicia no debiera olvidarlas, porque algunas son claves para su estructura, modernizada, de comunicaciones ferroviarias: el AVE Lugo-Ourense, verbigratia. Y ya ni se diga el Corredor Atlántico.

Conste que, quizá para evitar el riesgo –o la tentación– del vudú, la ilustre dama hizo una referencia genérica a las causas del incumplimiento de plazos anteriores y retrasos en tramos complejos del itinerario. Pero eludió hablar de responsabilidades al referirse a otros motivos, y en consecuencia puso la mosca detrás de la oreja a los que le prestaron atención. Y eso, que en retórica puede ser un truco aceptable, en política no debiera admitirse. Y si hay culpables de que el AVE gallego sea el más lento de la historia –tarda ya veinte años en hacer el trayecto– hay que decirlo con toda claridad, una vez probado y caiga quien caiga. A eso se le llama transparencia y control de los fondos públicos. Al menos en democracia.

¿Verdad?

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