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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La angustia

A estas alturas, cuando falta algo menos de un mes para la Semana Santa, es de agradecer la prudencia que demuestra el señor presidente de la Xunta al esperar y ver qué pasa antes de tomar decisiones definitivas. Y lo del agradecimiento se argumenta en función de evitar errores en lo que respecta a la prevención y/o la reparación de daños. Aparte de evitar la confusión que significaría decir hoy una cosa y la contraria en plazo tan breve. En ese sentido, la relación de normas desde hoy parece un “entrenamiento” para esos festivos, y es un acierto.

Ocurre, como casi siempre que se decide sobre un asunto complicado, que aparecen –y en este país más que en otros– los que opinan o protestan hasta por el número de líneas de un decreto/ley. Y todavía más; por eso, y acerca del plazo que se ha dado don Alberto Núñez para decidir, hay ya quienes se muestran disconformes. No sin cierta razón, pero –desde un punto de vista personal– no con la suficiente como para quitársela al presidente, aunque sí para que pudiera existir una solución intermedia. O, en todo caso, acordada entre interesados y gobernantes.

Quienes han puesto reparos se basan en el poco espacio de tiempo aparente que podría quedarles, si la decisión se toma demasiado cerca de los días festivos, para hacer preparativos. Los que les permitan adaptarse a la relativa libertad –si la hubiere– de una situación plácida en lo que a la pandemia se refiere. Y, con franqueza, no resulta imposible imaginar una solución que satisfaga a casi todos y para cuadrar el círculo que supone defender a la vez la salud pública y la economía. Que es otro sudoku de esos que exigen mucha paciencia y más cerebro.

Dicho eso, y hablando de “protestantes”, cumple referirse también a la calma solicitada por el señor Feijóo para el asunto de las vacunaciones. Buen consejo, en todo caso, pero a la vez compatible con alguna observación formulada desde luego con intención colaboradora. Poco hay que criticar al sistema de turnos por orden alfabético a partir de sorteo y edades. Pero hay que entender la inquietud, nada egoísta, de las personas mayores de noventa años que ven pasar los días sin que “les toque”: no parece difícil colocarlas en la lista con preferencia, por si acaso.

Está claro, al menos para quien esto escribe, que el presidente de la Xunta actúa contra el virus con la ciencia, prudencia y conciencia exigibles a un gobernante. Pero no extraña que a los muy mayores, “bombardeados” durante meses con informaciones que los sitúan en riesgo más que extremo, les ponga nerviosos contemplar cómo mucho más jóvenes están ya vacunados. Y no vale que les digan que su momento de inmunidad llegará, porque puede que cuando sea, no haga falta. Por eso cabe preguntar si no hay, en verdad, un modo de eliminar esa angustia.

¿Eh…?

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