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Pilar Garcés opinión

Cuerpo a tierra, que vienen las nuestras

Que levante la mano aquella trabajadora cuya vida ha mejorado entre el pasado 8M y este 8M. ¿Nadie? ¿Ni un poquito? La buena noticia entonces es que el feminismo es más necesario que nunca y tan necesario como siempre. La pandemia que ha pasado por encima de todos los males y sus remedios nos ha dejado sin siquiera el derecho a la queja vociferante (piensa en las que han enfermado, en las que se han quedado sin trabajo, en las que pelean contra el bicho en primera línea, en las que han perdido a alguien, en las que están solas con el agua al cuello). Afónicas estamos, además de todo lo demás. Bastante hubo que escuchar sobre las manifestaciones del año pasado como para salir a expulsar aerosoles contra el patriarcado este lunes, ni que sea con mascarilla. Pues conmigo que no cuenten para reivindicar en streaming. Paso de feminismo online, antes conocido como feminismo de salón, ya he tenido suficientes videoconferencias, videochats, webinarios, clases de inglés infantiles en una aplicación de móvil, consultas médicas por teléfono, papeleo vía webs, deberes en la tablet, compras telemáticas y diversión solitaria en plataformas de pago como para tragar más bits de resiliencia, sororidad, transversalidad, conciliación y tal. Ya que no hace al caso gritar, mascullemos alto y claro contra esta situación que nos ha recortado los pocos derechos laborales conquistados con tanto esfuerzo, nos ha devuelto a las cocinas con nuestros ordenadores y sin extraescolares, y ha reforzado ese papel de cuidadoras que lo mismo da para un bolero que para la enésima penosa estadística de género que presentar a los medios, con datos de la semana pasada o de hace diez años, no hay diferencia salvo a peor. Da para mucho el papel de cuidadora, pero no da para una vacuna si no eres Infanta.

"La igualdad no equivale a una placa para colgar en la puerta, ni depende de la cantidad de discursos, tuits y vídeos que se hagan en su nombre. Menudo timo"

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No tenemos ministerio, señoras. Ese es mi resumen del año que ha transcurrido entre el pasado 8M y el que llega en unos días. No estamos en la agenda de nuestros gobiernos ni locales, ni autonómicos ni estatales. Nos han robado la cartera, y nos han demostrado que la igualdad no equivale a una placa para colgar en la puerta, ni depende de la cantidad de discursos, tuits y vídeos que se hagan en su nombre. Menudo timo. La teoría es barata y la praxis inexistente. Primero saldremos de la crisis sanitaria, luego vendrá la económica, nos dirán que la miseria tiene rostro de mujer, y ya veremos cuándo volvemos a introducir la famosa perspectiva de género, esa que nunca tiene consignación presupuestaria. Pero es que la paridad solo se conquistará a golpe de talonario, y pasando a la acción. Otros colectivos han sabido avanzar mejor en la lucha por sus derechos, bravo por ellos. Nunca se había insultado tanto al feminismo y a las feministas desde la ultraderecha y la supuesta izquierda como estos meses de atrás de palabra, de obra y sobre todo por omisión. Borradas de los debates legislativos que nos afectan porque se están tratando asuntos que comprometen los avances contra el sexismo ganados durante décadas ley a ley, paso a paso, y los espacios seguros para nosotras. Desaparecidas de facto de los centros de decisión. Olvidadas por quienes dicen representarnos a golpe de ocurrencia, y que se creen que las mujeres somos sus followers. Demasiado ocupadas en llegar vivas al final del día y al final de mes, pero no tanto como para creernos que el avance era esto.

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