Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

Rinocerontes

Escuché el otro día por televisión de labios del expresidente de EE UU Donald Trump la palabra “rino”. Inmediatamente pensé en la abreviatura inglesa de rinoceronte: “rhino”, que se pronuncia exactamente igual.

Era el suyo un discurso furibundo, el primero que pronunciaba tras su salida de la Casa Blanca. Tenía delante una audiencia de entregados a su causa supremacista y a sus mentiras, y no desperdició la ocasión.

Seguramente desde los virulentos discursos del jerarca nazi Joseph Goebbels contra los judíos no se habían pronunciado en Occidente palabras tan injuriosas, por racistas, contra un colectivo: en este caso, los inmigrantes centroamericanos, a los que identificaba con la escoria más criminal.

Confieso no haber entendido en principio qué quería decir con aquella palabra. Y pensé en principio al escucharla, no sé por qué, en “El rinoceronte”, la famosa obra de Eugène Ionesco.

Como sabrá seguramente el lector, esa obra del teatro del absurdo trata de lo que ocurre en una pequeña ciudad francesa de provincias cuyos habitantes se ven poco a poco convertidos en rinocerontes.

La pieza del autor francorrumano, escrita en 1959, se ha interpretado como una parábola crítica sobre el peligro de los totalitarismos. Y al ver aquel espectáculo de trumpistas identifiqué a los encandilados por el discurso ultra de su dios con los personajes de la fábula de Ionesco.

Después me enteraría, leyendo la prensa estadounidense, de lo que significaba en realidad aquello que yo no había entendido al principio: RINO son las iniciales de la frase “Republicans in name only”, o sea, “republicanos solo de nombre”.

Así se refería “el Donald” a aquellos diputados o senadores republicanos que habían votado junto a los demócratas a favor de su “impeachment” (‘destitución’) y a los que hará ahora todo lo posible para evitar su reelección al Congreso.

Paradójicamente, un político sin el mínimo escrúpulo y que de “republicano”, él sí, tiene sólo el nombre – “fascista” sería el más apropiado– descalificaba no solo a los pocos legisladores que osaron criticar su ataque frontal a la democracia, sino también al propio Tribunal Supremo, al que acusó de no tener “agallas” por no haberle proclamado ganador frente al demócrata Joe Biden.

Compartir el artículo

stats