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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Llegan los felices años veinte

Muchos no lo creerán, pero han pasado ya catorce meses desde que entramos en los felices años veinte: y nunca tan mustios estuvimos como ahora. Habrá que darle tiempo al tiempo, dado que aún falta mucho para que se dé por clausurado este decenio allá para el 2030. Más pronto que tarde llegarán esos años dichosos.

Hablar de felicidad puede parecer un sarcasmo cruel en las actuales circunstancias; pero lo cierto es que la situación recuerda en no pocos aspectos a la de hace un siglo.

Entonces, como ahora, las naciones habían sido sacudidas por un virus –el de la gripe mal adjetivada “española”– que dejó 50 millones de muertos en todo el mundo. De esa desgracia pasaron directamente nuestros tatarabuelos (o al menos, los de los americanos y franceses) a la bonanza económica, al champán a caño libre y a arriesgar las caderas con el alegre charlestón de los cabarés.

Tan grande y larga fue la juerga que los franceses bautizaron aquella década como los “locos” años veinte y los yanquis como “Roaring Twenties”, mientras los alemanes la evocan aún en términos de “años dorados”. En España, que como de costumbre vivía bajo una dictadura, no se ideó ningún nombre en especial, por más que también aquí floreciesen los espectáculos de revista y variedades.

No es seguro que la Historia vaya a repetirse circularmente, como en un cuento de Borges: pero ya es casualidad que el coronavirus provoque cien años después los mismos pavores que entonces desató la gripe.

Hablar de felicidad puede parecer un sarcasmo cruel en las actuales circunstancias; pero la situación recuerda a la de hace un siglo

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Nada impide especular con la posibilidad de que esta pesadilla de máscaras y reclusiones domiciliarias desemboque también en un nuevo período de euforia en los negocios y, por tanto, de bienestar. Ya se sabe que el dinero no da la felicidad, pero tranquiliza mucho los nervios.

A favor de esta hipótesis apuestan algunos economistas, convencidos de que el ahorro embalsado durante la pandemia se desbordará cuando esta termine hasta generar una onda de consumo felicísima para las empresas y los particulares.

Eso sostiene, entre otros, el ex ministro de Industria Miguel Sebastián, quien aventura que, una vez finiquitada la plaga, podría producirse una explosión de consumo suficiente para abrir un período similar al de los tan mentados –y felices– años veinte de hace un siglo. Contribuirían a ello el alto nivel de ahorro y “una política fiscal muy expansiva”, cualquier cosa que sea eso.

Desdichadamente, lo más parecido que tenemos al charlestón que marcó una década allá por los años veinte del siglo pasado es el insufrible reguetón; pero ya avanzó Marx en su día que la Historia se repite dos veces, y la segunda como farsa.

Aun así, la perspectiva de que a un gran desastre como el que nos aflige le siga una década de prosperidad y alegría universal no puede ser más alentadora. Una vez que las vacunas hagan su efecto, de modo que el bicho se vaya por donde vino, entraríamos en los felices años veinte (segunda parte) para desquitarnos de lo mucho que la epidemia nos está haciendo sufrir desde el pasado marzo.

Lo malo es que ya no quedan cabarés donde gastarse los cuartos ahorrados en bares y viajes; pero todo será echarle imaginación al asunto. Aunque con un leve retraso, estamos a punto de entrar en los felices veinte. A disfrutarlos con salud.

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