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Las alarmas se anuncian, venden e instalan al amparo de la idea de que lograrán mantener a los ladrones fuera de casa. Primero era una sirena estridente que saltaba al abrirse una puerta o una ventana en la esperanza de que los intrusos huyesen o, si no, los vecinos se hartaran del ruido y llamasen a la policía. Después fueron añadiéndose complementos: conexión directa con la comisaría, cámaras que grababan a los asaltantes y, hace poco, un invento genial, el de una especie de niebla que invade todo el domicilio dejando ciegos a los ladrones; hay que dar por supuesto que lo que no se ve no se puede robar. Como cabe el riesgo de que un intruso con la suficiente sangre fría abra las ventanas y espere a que el humo se disipe, imagino que el paso siguiente es el de un explosivo que destruya todo lo que hay dentro de la casa, cosa que sin duda desanimaría a cualquiera que se lo quisiese llevar.

Las alarmas no sirven para nada, sin embargo, cuando resulta que los ladrones se vuelven residentes –algo que sucede con los okupas– y no se les puede dejar fuera porque están dentro ya. Es lo que le está sucediendo al presidente Sánchez con su Gobierno: incluye a los intrusos que, por lo común, acechan desde fuera para derribarlo. Ahora que la oposición formal ya no existe, porque el centro derecha se ha suicidado con la ayuda inestimable de Albert Rivera y Luis Bárcenas, el vicepresidente segundo y sus muchachos han tomado el relevo en la tarea de hacerse con los muebles y el televisor. Para ello arremeten a cada momento con todas y cada una de las instituciones que le dan sentido a un país parlamentario, comenzando por la jefatura del Estado y llegando incluso a defender que España es una democracia de pandereta como, por ejemplo, Venezuela (aclaremos que el ejemplo lo he puesto yo, no el vicepresidente ni ninguno de sus ministros).

"Vivimos una época en la que hasta los raperos y los protagonistas de la kale borroka merecen más respeto de las autoridades con mando en plaza que los guardianes del orden público"

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¿Habrá una alarma eficaz para impedir el saqueo en marcha? La de la sirena ululante no sirve de nada porque ya se había repetido hasta la saciedad el peligro brutal que suponía meter en la Moncloa a semejantes políticos, e incluso el propio Sánchez había advertido que un disparate así le quitaría el sueño. Avisar a la policía tampoco es solución, habida cuenta de que vivimos una época en la que hasta los raperos y los protagonistas de la kale borroka merecen más respeto de las autoridades con mando en plaza que los guardianes del orden público, ya sean nacionales o autonómicos. Habría que recurrir a lo de difundir una niebla espesa pero de eso ya se ocupan los ministros desde hace tiempo sin resultados visibles –perdón por el chiste–. Solo queda, pues, la idea de hacer volar por los aires todas las instituciones del Estado. Lástima que sea eso mismo lo que se proponen el vicepresidente y sus muchachos.

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