Puede parecer demasiado tiempo el que tardó el presidente del Gobierno en salir a la palestra para condenar las revueltas violentas que asolan a diversas ciudades de España. Pero, oyéndolo hablar, uno se explica la tardanza. Consiguió construir un relato Redondo, con el que contentar a los unos sin enfadar a los otros: “En una democracia plena –dijo–, y España es una democracia plena, resulta inadmisible cualquier tipo de violencia”.

Y yo me pregunto, ¿también la ejercida –según sus socios– por la Policía? Porque mucho me temo que su aserto es plagiado de algunos de sus socios que lo acuñaron para utilizar de muletilla cuando se ven en un callejón sin otra salida y tienen que pronunciarse acerca de la violencia de sus cachorros.

Pero si quedaba alguna duda, la segunda apostilla viene a corroborar mis temores: “Aunque España –prosiguió–, tiene una tarea pendiente en la mejora de la protección de la libertad de expresión”.

En qué quedamos, don Pedro, ¿España es una democracia plena o necesita modificar el Código Penal para que las hordas de sus adláteres puedan campar a sus anchas cometiendo cualquier fechoría sin temor a tener que rendir cuentas ante la Justicia?