Opinión | Tribuna
Francisco Hernández Vallejo
Rapero Hasél, el fondo y las formas
Para poder juzgar con un cierto criterio la polémica desatada alrededor del rapero Hasél condenado a la cárcel, he tenido que visualizar y escuchar (reconozco que tapándome la nariz), la cantidad de barbaridades, insultos, procacidades y barriobajerismo que salen de la boca del personaje en cuestión.
Parafraseando a Borrell en una de sus intervenciones parlamentarias, la producción del Sr. Hasél de estiércol y serrín da para mantener entretenida una pocilga de gorrinos si se me permite en aras de la libertad de expresión adjetivar parte de su obra.
Si las formas son deleznables, el fondo es bazofia pura y dura, donde juega con cuestiones que han causado muerte y desolación en Euskadi y en España por ende y la escenografía de su detención con palmeros que le dispensan el trato que un héroe merecería, deja a mi juicio a parte de nuestros ciudadanos a la altura del betún. La burla y escarnio a las víctimas de ETA no aguanta calificativos reproducibles.
Que la detención de este “majadero” haya desatado en algunos partidos como Podemos una campaña de reforma del Código Penal roza ya lo paranoico; ni él podría llegar a más ni España a menos, pero no me sorprende en modo alguno viniendo la propuesta de un partido en cuya cúpula la producción de crispación y demagogia va en paralelo con su ineficacia ya escandalosa de la gestión pública y la incitación a la revuelta callejera desde las propias bancadas del Congreso de los Diputados; “Echenique dixit”.
Por poner un ejemplo de los límites que entiendo debe de tener la libertad de expresión, es como si ahora a otro rapero le diera por lanzar a las redes letras donde defendiese el asesinato de mujeres por el machismo e hiciera de ello chanza, que en aras de la libertad de expresión jaleara el exterminio de etnias, se burlara de los emigrantes que se ahogan en el mar por no saber nadar, que se dedicara a caricaturizar a los homosexuales o transexuales y ya en el colmo del delirio, dedicara una poesía al Chicle después de asesinar a la pobre Diana Quer.
En un país como España, donde la única anormalidad democrática sería permitir el escarnio de víctimas de cualquier acto violento, el fomentar el odio entre ideologías diferentes y en hacer burla de instituciones que rigen al país, la figura de personas como Hasél solo merecen reprobación.
No sé si su destino debe de ser la cárcel o un psiquiátrico, no sé si el Código Penal debe moverse para proteger el insulto, el mal gusto o la zafiedad, no sé ya si el faltar al respeto de forma escatológica a sentimientos religiosos o políticos es un plus en el curriculum vitae; pero desde luego lo que me aterroriza es que personajes como Hasél puedan servir de banderín de enganche a jóvenes de este país , que le puedan reír las gracias y salir a la calle a machacar comercios, vulnerar la ley y apedrear policías; lamentable.
¿Dónde están los límites que deben regir la convivencia en libertad? Esa es la pregunta que debiera abordarse antes de dar carta blanca en cualquiera de los Códigos de nuestro ordenamiento jurídico a convertir las redes sociales en un vertedero de inmundicia y permitir que el vandalismo se adueñe de la calle.
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