Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

¿Tienen remedio los republicanos de EE UU?

Después de lo ocurrido con el segundo “impeachment” de Donald Trump, fracasado como el primero, es lícito preguntarse si el partido que fue un día de Abraham Lincoln tiene remedio. Resulta imposible creer en la integridad y sinceridad de un partido incapaz de condenar a un presidente que, incapaz de digerir su derrota en las urnas, alentó la rebelión de sus bases contra el poder legislativo.

Un partido servil que, con un puñado de excepciones, siguió fingiendo creerse la gran mentira de Trump sobre el robo por los demócratas de las últimas presidenciales. Porque al menos tan responsable como aquél de ese bochornoso asalto a la democracia son la inmensa mayoría de los republicanos, empezando por su líder en el Senado, Mitch McConnell.

Un político, este último, que utilizó su mayoría en esa cámara para facilitar el nombramiento al Tribunal Supremo de jueces ultraconservadores que tendrán mucho que decir sobre el futuro de la sociedad norteamericana.

Porque conviene no olvidar que los jueces de ese tribunal lo son de por vida y, a diferencia de los políticos, que se presentan regularmente a elecciones, no tienen que rendir cuentas a nadie de sus decisiones. Es una de las anomalías de la democracia estadounidense como lo es también la existencia del colegio electoral, que es el que decide sobre quién ocupará la presidencia en lugar de que sea la mayoría de votos de los ciudadanos.

Como una anomalía es también el hecho de que la capital del país, Washington distrito federal, no pueda enviar senadores a la cámara alta aun teniendo más habitantes que algunos Estados de la Unión.

O el hecho de que cada Estado pueda enviar sólo a dos senadores, con independencia de su población, lo que ha favorecido siempre a los menos populosos y tradicionalmente más conservadores.

Resulta por lo demás vergonzoso que un veterano senador como McConnell haya convencido a los suyos para que votasen dos veces contra la destitución de un presidente que ha sabido hacer de la mentira y la continua difamación del adversario sus principales armas políticas.

Como puede parecer increíble que millones de estadounidenses a los que uno supone dotados de razón para su día a día hayan podido caer en una especie de culto religioso a un personaje carente del mínimo escrúpulo. Un gran hipócrita a la vez que un tremendo ignorante que se hizo fotografiar un día biblia en mano pero no fue capaz, cuando le preguntaron, de citar un solo verso del libro sagrado.

Ya pueden irse preparando los demócratas de Joe Biden porque, bien sea con Trump, que amenaza ya con su segundo advenimiento, bien con cualquiera de sus acólitos, los republicanos no van a darles, hagan lo que haga, un solo minuto de tregua.

Compartir el artículo

stats