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Francisco García Pérez opinador

Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Nobleza, seriedad y menos gimoteo

Reflexiones desde el amor y el respeto al periodismo

A mediados de enero, se leía en un post pululante por las redes que el alcalde de Arteixo había anunciado la intención de realizar un ‘acribillado’ en esa localidad gallega por parte del Servicio Gallego de Salud y debido a la situación epidemiológica. Repito: un ‘acribillado’ no un cribado: eso rezaba el texto. O sea que el Sergas haría muchas heridas o picaduras a los arteixanos, les abriría muchos agujeros, los atosigaría, abrumaría y acosaría repetidamente, que todo eso es lo que significa “acribillar”. Errata del alcalde, errata del transcriptor, errata de mala fe. Pero qué errata más criminal, caray.

El verbo acribillar me trajo a la memoria a cierto conocido que –allá por los finales del XX– interrumpió mi paseo diario para anunciarme que él solito había hallado la solución para acabar con ETA: “Colocas carteles en todas partes de las Vascongadas avisando de que das una semana de plazo para que los que no sean etarras se marchen fuera de allí un tiempo. Cuando se cumplan los siete días, metes a la aviación y acribillas a los que se hayan quedado. Limpias y dejas volver a sus casas a los demás vascos, no sé si me entiendes”.

Bajo el titular “Nevada histórica”, leo en un rótulo televisivo del pasado mes: “Las ciudades que circuncidan la capital han quedado prácticamente incomunicadas”. Circuncidan, no circunvalan. Es decir: las ciudades que cortan circularmente una porción del prepucio a la capital han quedado incomunicadas. Qué errata más aquello, caramba.

A ver si me aclaro. Un titular de “El País” (24 del mismo mes) informaba en su edición en papel: “Muere por coronavirus el legendario Larry King”. Larry King: el entrevistador brooklinense de los tirantes, qué lástima, también el bicho se lo ha llevado, en fin. Pero sigo leyendo: “La leyenda televisiva ha muerto este sábado a los 87 años”. Hombre, soy de los que piensan que a esas edades ya se muere uno de la no poca edad: no se muere por coronavirus sino con coronavirus, que acelera el proceso, claro. Lo que viene a decir el resto de la información, vaya: “Arrastraba dolencias previas que el contagio del virus acabó de rematar”. Aparte de que el verbo “rematar” me parece inapropiado en contexto tal, me entero de las “dolencias” de Larry King: diabetes, varios ataques cardiacos, un infarto masivo, un quíntuple baipás, un cáncer de pulmón, la muerte de dos de sus hijos en un intervalo de tres semanas... Córcholis: si tales cosas son solo dolencias (indisposiciones, achaques...) para la redactora firmante, qué vida de catástrofes y desgracias no habrá llevado la pobre. Termino de leer el artículo: “Sus allegados no han hecho pública la causa de la muerte”. Visto todo lo cual, pregunto: ¿Qué verdad informativa hay en el titular “Muere por coronavirus el legendario Larry King”? A ver si nos aclaramos y algunos y algunas y algun@s y algunxs y lo que sea aprenden no sé si periodismo o redacción o respeto a quien lee, pardiez.

Recojo estas reflexiones por lo muchísimo que quiero y respeto la profesión de periodista y por lo mucho que me rechina –consecuencia de lo anterior– lo ignorantemente deprisa y corriendo con que parecen hacer su trabajo –su servicio al lector– algunos de ellos: ocurre en todos los oficios. Sin embargo, no me chirrían, por ejemplo, las columnas de Íñigo Domínguez, que mezclan gracia, buena escritura y oportunidad. De uno de sus artículos, copio una frase que me gustaría compartir con ustedes por lo bien que pega con estos tiempos pandémicos, raros, extraños. Tras excusar con razón a “quien sea tocado por la muerte”, pide Domínguez al resto: “Comportémonos con nobleza, seamos serios y no nos quejemos tanto”. Gracias, ojalá.

El palíndromo que escojo para esta semana –entre los que me envía mi amigo invisible– tiene 29 letras, que no está mal y quizá case con alguna de las cosas aquí dichas: “Alumno cazaba la calabaza con mula”.

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